A finales del siglo XVIII, el escultor Roque López moldea la cabeza de un enigmático Niño Jesús. Desde entonces, la imagen se convierte en protagonista de una cadena de increíbles acontecimientos históricos donde no faltan piratas, bandoleros, milicianos, guardias civiles y religiosos de toda índole y un protagonista que hace milagros que, como anuncia el escritor, «escandalizan hasta los propios cristianos». Este es sólo el avance de La memoria del barro, que, publicado por La Fea Burguesía, vive su particular «resurrección literaria».

¿Por qué ha decidido reeditar La memoria del barro?

Ha sido una especie de resurrección literaria. Me lo autoedité en 2005 con una tirada muy pequeña y, a pesar de ser mi ópera prima, gustó e hice dos ediciones más. Después he publicado en editoriales nacionales y nunca me preocupé de volver a darle vida hasta hace unos meses. Sabía que en la biblioteca, por ejemplo, no ha dejado de salir en préstamo desde entonces, por lo que a la gente le gustaba. Es bonito, porque la primera obra siempre guarda la esencia de todo lo que viene después.

¿Y cuál es esa esencia que guardaba en su primer libro?

Se ve que me gusta unir varios géneros, pero, sobre todo, el realismo mágico, ofrecer una mirada diferente de la realidad; también mi casi obsesión por el mundo religioso, a pesar de no ser creyente, y por la cultura católica. Creo que yo debería haber sido un autor de la vida de santos, pero con mi particular visión sobre el catolicismo. En este caso, el protagonista es un Niño Jesús que se enamora, provoca milagros y hasta se venga por diferentes razones.

Provocar, como ha dicho usted, hasta con la portada... Han salido ya muchas alabanzas, pero, ¿recibe también noticias de gente que rechaza su estilo?

Sí... desde la portada. Hay personas que ya me han dicho que, tras verla, no se lo van a leer. Y cuando salió la primera vez sí hubo lectores que me dijeron que se lo habían dejado. Pero mi tía, que es monja, la leyó. Creo que se santiguó en varios capítulos, pero la terminó (risas). Lo importante, en mi opinión, es no dejar a nadie indemne, hay que sacudir al lector, en una dirección o en otra, pero me gusta crear imágenes fuertes para que la novela no se olvide, como suele suceder con la mayoría.

En este libro aparecen bandoleros, piratas, religiosos y, como en todos los suyos, Franco y la Guardia Civil... ¿es una novela de aventuras, histórica, religiosa...?

Creo que tengo un problema como autor, no sé a qué genero pertenecen mis obras. Están bien ambientadas, pero no llegan a ser históricas. Creo que hay pinceladas de muchos géneros, hasta de amor, me gustan las historias de amor y siempre intento escribirlas, pero, no sé por qué, se me va de la mano y al final 'aparece' algún muerto. En este caso, la historia se desarrolla a lo largo de 200 años, pero no es en sí una novela histórica.

La obra arranca con Roque López esculpiendo al Niño Jesús, ¿por qué un escultor real?

Juego a mezclar personajes reales con otros de ficción, al igual que con las historias. El Niño Jesús también es real. Una vez apareció un restaurador en la mercería para comprar un encaje para la escultura. Me contó que había pertenecido a una 'familia bien' y que, durante la Guerra Civil, casi se destroza, si no hubiera sido por una criada que guardó en su delantal durante la contienda la cabeza de esta pieza. Me encantó la historia, que al principio iba a ser un relato, pero continué con ella porque la cosa creció.

¿Si no fuera mercero podría ser escritor?

No lo sé; supongo que se trata de tener una mirada particular y que sólo utilizo mi mostrador como atalaya. También podría haberlo sido desde una oficina o desde cualquier otro sitio. Sí que estoy muy agradecido a la gente que viene al comercio y me dice que cuento buenas historias. Yo respeto tanto al cliente como al lector e intento no aburrirle.

Ha ambientado la novela en Murcia...

Sí, en su día dudé de si sería muy localista, pero yo leo mucha literatura gallega, ambientada en Galicia, y nunca he llegado a pensar que fuera localista. Murcia, si lo pensamos, es un territorio mágico: tiene una montaña azul para espantar al diablo, yo vendo muchos escapularios para espantar al mal... es puro realismo mágico.

Ha donado ejemplares a la biblioteca pública de Molina de Segura y dice que es porque gracias a centros como esos es usted escritor, ¿por qué?

Porque en mi casa apenas había libros y me convertí en lector gracias a la biblioteca, que se ha convertido en un lugar imprescindible en la época actual para mucha gente que no puede permitirse comprar libros.

Ha publicado La memoria del barro en la editorial La Fea Burguesía, creada por usted, Fernando Fernández y Francisco Marín. ¿Eso es enchufe?

Parece, pero no (risas). Es que este Niño Jesús también es el 'culpable' del proyecto. Cuando decidí reeditarlo, hablé con Fernando Fernández, de la editorial Alfaqueque, para que me lo publicara. Cuando quedamos para hablar de ello, comenzamos a hablar y hablar... y, entre cerveza y cerveza, surgió La Fea Burguesía. Así que una cosa llevó a la otra.

También acaba de publicar La pistola de Hilarito...

Es un libro de relatos con leyendas de Molina, son historias que escuchaba cuando era niño, cuando los vecinos se sentaban fuera de las casas en corro y narraban historias maravillosas. He recogido catorce de ellas con un cierto aire de literatura oral, sobre el bandolero Hilarito, un fantasma que recorría las calles o tesoros que contaban que estaban escondidos en el pueblo.

El próximo martes hará la presentación, ¿cómo la afronta?

Me sigo poniendo tan nervioso como siempre, pero bueno, suelo concebirlas como un espectáculo, porque la gente sale de sus casas para escucharme y hacen un esfuerzo por acompañarme. Hablar sólo de mí sería muy aburrido, así que trato de hacerlas tan ingeniosas como si la gente fuera al cine.