Juan Egea Sánchez, Juanito para los amigos, nos dejó el pasado día 1 de noviembre, día de Todos los Santos, sin pedirnos permiso para irse, pese a que nunca se le conoció como irreverente. Fue un hombre social, en el más puro sentido de la palabra. En aquellos tiempos de la historia de España, cuando asociarse comportaba riesgos, él apostó por el movimiento cooperativo agrario y ayudó a su implantación en toda la Vega Media y Baja del Segura, amén de su militancia en la izquierda de este país, atracción de la que bebió alguno de sus vástagos.

En las tertulias del Casino-Círculo Cultural Agrícola de Santomera, sociedad a la que representó en algún que otro campeonato de ajedrez dejándola en buen lugar, nunca rehusaba el cuerpo a cuerpo en los debates dialécticos, sobre todo si eran de los temas que dominaba, por su experiencia en la lucha por los demás. Salía de las tertulias y de sus partidas de cartas en el casino en compañía de su inseparable amigo Manolo del Jardín antes de ir al encuentro de su gran 'afición', su Rosario, su esposa fiel que le dejó solo hace algún tiempo y a la que profesaba un gran amor y fidelidad, siempre mirando por la ventana por si llegaba su Pepe y sus nietos.

No era muy partidario de enclaustrarse en locales de mayores, pues se sentía joven pese a sus 88 años, y siempre buscaba la oportunidad de debatir con la gente joven, a la que no privaba de algún que otro consejo que les ayudara a afrontar este complicado y convulso mundo. Juanito, echaremos de menos el no verte sentado en esa privilegiada atalaya de la casa de 'Las Villas' en la Torre de la Horadada, donde junto a tu fiel Rosario veíais pasar las tardes frente al mar Mediterráneo, solo perturbados por el bullicio de la chiquillería o de algún vecino que, conociendo tu fama de buen conversador, quería echar un rato contigo. Compañero, hasta siempre.