La noticia no puede ser mejor de lo que es. El debilitamiento o también denominado 'agujero de ozono', medido en la Antártida, desde hace unas décadas de años, ha disminuido en el tamaño de 4 millones de Km2, o sea el equivalente a ocho veces la superficie de España.

La información viene dada por investigadores del MIT, Instituto Tecnológico de Massachusetts, que llevan tomando medidas desde el inicio del descubrimiento de la debilitación. Constataron en su momento que, en el año 2000, se produjo el peor de los momentos. A continuación, han estado observando que había una cierta ralentización y, a partir de septiembre del año pasado, una mejora sustancial de la capa de ozono.

Achacan la mejoría a la acción del hombre sobre la no utilización de productos clorofluorocarbonados como consecuencia del Protocolo de Montreal de 1989. También reconocen que la actividad volcánica es un factor más a tener en cuenta.

Además de alegrarnos de esta mejoría, debemos de hacerlo también de que la Humanidad haya sido capaz de ponerse de acuerdo en tomar medidas y llevarlas a cabo en un tema de tal magnitud. Si hemos sido capaces de esto, es que lo somos también de otros objetivos mayores, como es el rechazo a las fuentes de energía fósil, que son las grandes causantes de la contaminación de CO2. Y de otros muchos más retos, que son importantísimos para la sociedad.

Dicho todo esto, no quiero dejar de pasar la observación que los investigadores han hecho de la actividad volcánica. He escrito en esta tribuna, en varias ocasiones, la importancia que tienen sobre la atmósfera las erupciones volcánicas, con la emisión correspondiente de gases, muy diversos, que pueden suponer en unos días, en cantidad, la de todos los vehículos del planeta durante un año.

Los volcanes de la Tierra, debieran estar mejor estudiados de lo que están. Es verdad que resulta muy difícil, pero no imposible, cualificar y cuantificar los vertidos gaseosos anuales, pero, al menos, podríamos estar mejor informados de su trascendencia y, quizá, podríamos relativizar a la baja otras cuestiones que, a veces, las engrandecemos y nos hacen sentirnos culpables de algo, que en realidad, no lo somos tanto.

Esto es lo que creo que verdaderamente ha pasado con la capa de ozono y su disminución y debilitamiento. Por dos razones: una, por no tener en cuenta la parte alícuota que le corresponde a la actividad volcánica; y otra, por ser excesivamente contundentes, con solo datos de 40 años, cuando la edad de la Tierra es de miles de millones de años.