No sé si saben aquel que le vendieron un burro hablando maravillas de él y luego al llegar a la cuadra comprobó que ni podía, ni trabajaba, ni pretendía hacerlo y lo suyo era sólo comer y dormir. Consciente de la estafa comenzó a vociferar a los cuatro vientos el engaño hasta llegar al anterior dueño quien no dudó en aleccionarle: «Como sigas hablando así del burro no lo vuelves a vender».

Este es el formato en el que nos maleduca el mercado y por el que acabamos homologando la mentira y el timo. El ventilador está en marcha, como no puede ser de otra manera en una sociedad libre, plural y transparente, sin embargo y a la vez, somos conscientes de cuánto engaño acumulado se transfiere y la estafa llega a tal punto que acaba siendo comúnmente admitida cuando siempre que pasa igual sucede lo mismo y

nadie fue capaz de hacer nada en décadas.

La denuncia presentada por la Fiscalía de Medio Ambiente es clara y la lista de empresas denunciadas llamativa, cuando la gran mayoría no son agricultores sino promotoras o constructoras, que probablemente a falta de pan en los últimos años se conformaron con las tortas y los melonares para hacer rendir a la tierra, que lo mío es mío y lo tuyo negociable. Aunque poner negro sobre blanco era tarea más bien fácil por otra parte y muy evidente después de un simple paseo por Mar de Cristal cualquier día de lluvia en invierno, eso lo sabían los vecinos desde hace años y pretenden también personarse como acusación popular encargando el caso al prestigioso abogado cartagenero Antonio Casado Mena.

Es llamativo que sólo ha sido necesario girar un par de vueltas el aspa de este ventilador con el aire caliente del verano para hacer hervir la sopa hasta quemarnos, que aunque nos venía reclamando acciones desde hace décadas y avisando con urticarias o medusas, la paradoja del burro nos hizo mantener el secreto a voces, que somos muy de callar para que otros carguen con el problema siempre que con ello demoremos la parte que a nosotros nos perjudica, porque hablar mal de Mar Menor nos deja para hoy un plus de cartelería se alquila-se vende, caída de precios, locales cerrados, hosteleros enfadados y playas vacías, la cocacola, como ahora llaman al agua, no es bebida de gusto para tomar un baño.

Alguna vez teníamos que empezar a ser valientes. Ninguna fuerza política se habría atrevido a pulsar el botón y hacer girar las aspas de la responsabilidad. Están cogidos hasta las trancas por quienes luego tendrán que votarlos o todo lo contrario y ninguno queremos renunciar a lo propio por lo ajeno, que es lo que se nos está pidiendo para empezar a atajar este desastre.

Dejémonos de sorprender ante la evidencia que todos conocíamos y aupemos el atrevimiento de mirar a nuestros propios pies, cueste lo que cueste porque el futuro es evidente. Sin embargo, tengo mis dudas de que todo esto quede en nada en unos meses, cuando aterrice septiembre y nuestra atención se centre en la vuelta al cole, o cuando unas nuevas elecciones planeen sobre sus cabezas y sobre nuestros bolsillos porque hasta ahora no he escuchado a ningún político alinearse con contundencia más allá del discurso del buenismo y el pan para todos. Es verdad que denunciar a una nutrida lista de empresas puede ser un comienzo para generar conciencia, pero no sé si es la solución porque el hecho homologará un formato difícil de gestionar a futuro.

Imagínense que dentro de unos años nos denuncian y nuestros nombres y apellidos estuvieran en la lista del fiscal por haber conducido un vehículo contaminante después de andar avisando del desastre que se avecina en el planeta durante décadas. Acabaríamos todos en el banquillo acusados del calentamiento global y del deshielo de los polos y visto así, no suena mal del todo, que aprender hay que aprender si no es por lo civil, por lo criminal.