Cerca de dos centenares de exalumnos de Maristas, pertenecientes a promociones de los últimos 40 años, varios profesores y los hermanos Isaac y Alberto, dos históricos del colegio cartagenero, se sumaron ayer al homenaje a Felipe Faura, maestro, profesor y entrenador de balonmano, con motivo de su jubilación. Personas de casi todas las edades -desde varios niños de ocho y nueve años hasta otras más cercanas a los sesenta- configuraban las generaciones que han sido formabas y entrenadas por Felipe y que no se quisieron perder el merecido y aplaudido homenaje. En total, cuatro decenios de entrega a la formación académica y deportiva de sus alumnos. Felipe Faura, uno de los principales baluartes del balonmano en Cartagena, fue sorprendido por sus incondicionales con una fiesta en el restaurante de El Batel. Llegó acompañado por su mujer, sus dos hijos y el resto de su familia, y él, duro y exigente siempre en la docencia y en la pista deportiva, apenas podía contener la emoción, mientras saludaba, uno a uno, a todos los presentes. A unos los llamaba por su nombre, a otros, por su apellidos y al resto, por sus motes. Todos forman parte de la vida profesional de Felipe y éste forma parte de la vida de todos, en mayor o menor medida.

Sin duda, uno de los momentos más emotivos tuvo lugar en el reencuentro entre Felipe y los hermanos Isaac (ya jubilado en los Maristas de Cullera (Valencia), aunque estuvo muchos años en Cartagena) y Alberto, quien, tras dejar también su huella en Cartagena, aún se dedica a la docencia y al balonmano en los Maristas de Algemesí (Valencia). Los exalumnos presentes coincidieron en que el tiempo parecía no haber pasado por ambos hermanos, que, como Felipe, conocían a todos y cada uno de los presentes, pese a los años transcurridos dede que dejaron el colegio.

Felipe recibió varios regalos de los presentes, que seguro le recordarán su vida entregada a la docencia, así como varias fotografías históricas de los equipos que ha entrenado en estos 40 años. Entre los obsequios, destacan una escultura, que simboliza el paso del tiempo; una bufanda, que simboliza la pasión deportiva de Felipe con su inolvidable grito de guerra (los hermanos Isaac y Alberto recibieron también una bufanda similar); el trofeo que ganó en Cuenca en 1979 con la inscripción en latín: «A Felipe, estratega y maestro, de sus alumnos y jugadores para honrarle»; una placa y, finalmente, un viaje-bono, «para que tenga un merecido descanso». Su mujer, recibió un fuerte aplauso y un ramo de flores, como reconocimiento por su silenciosa labor.

Felipe Faura, el hombre imperturbable en la cancha, también quiso dirigirse a los asistentes con gesto emocionado. Y fiel a su humildad, comenzó el agradecimiento con palabras a «Antonio Ros Soto, mi maestro y mi formador desde que entré en el curso 1973/74 en los Maristas de la plaza de San Agustín. Antonio Soto formó a muchos jugadores y a muchas personas y fue el gran forjador del balonmano en Cartagena, al que no reconocimos lo suficiente cuanto hizo por este deporte, por la ciudad y por el colegio». También tuvo Felipe palabras para Vicente Campos y para los hermano Isaac y Alberto. «Aprendí a formarme como persona y como profesor en los Maristas y adquirí los valores que he tratado de inculcar a mis jugadores y a mis alumnos a lo largo de tantos años».

Felipe Faura, que fue fuertemente ovacionado en varios momentos de su discurso, aseguró también que «nunca me ha peocupado tener un buen curriculum ni siquiera el éxito. Mi hijo me pedía que le diera mi trayectoria profesional y deportiva y os aseguro que no la sé, porque nunca me ha interesado. He trabajado por mi colegio, por los Maristas y para mis jugadores. Les he exigido mucho, pero para conseguir mucho, y ellos disfrutaron de los éxitos, yo también, pero sobre todo ellos, que eran los que se merecían todos los triunfos. Las vivencias y las experiencias de estos cuarenta años han sido suficientes para mí, no he necesitado más. Sabéis que no soy hombre de homenajes y también sabéis que tengo mi conciencia tranquila, porque he hecho lo que he querido y lo que más me ha gustado, que ha sido formar personas y entrenar a personas con las que me siento plenamente identificado».

En este punto, Felipe Faura quiso concluir su discurso con una apelación al centro en el que ha trabajado 40 años: «Quiero hacer un llamamiento al colegio para que, entre todos, hagamos una reflexión interna por el bien de los Maristas. Sin el apoyo del colegio, sin el apoyo de vosotros, los padres, el Club Balonmano se puede venir abajo. Vivimos tiempos difíciles y nos corresponde a todos, a cada uno desde su responsabilidad, que el club, nuestro club, siga funcionando. El Club de Balonmano necesita sentirse apoyado y querido por todos, por vosotros y por la dirección del centro, porque un colegio que pierde la tradición en la que se ha apoyado para formar a miles de personas, en este caso, el balonmano, pierde muchos de sus enteros. Os animo, en este sentido, a seguir trabajando por el balonmano, por la formación de personas y por la consagración de unos valores y una tradición que nos han traído hasta aquí. Os lo agradezco de corazón».