Una relación de pareja es una gran inversión. Se invierte tiempo, ilusión, esperanza, proyección, esfuerzo, confianza y mucho más. Por eso, una relación de pareja, tiene que “merecer la pena”.

Esto significa que damos por hecho que las relaciones no siempre son fáciles, que pueden requerir un coste, pero no cualquier coste. Una cosa es que exista cierto sufrimiento porque no nos hemos entendido, porque nos estamos distanciando queriendo acercarnos o porque vemos que nos proyectamos de forma diferente en el futuro que nos gustaría construir juntos. Este tipo de “sufrimiento” es parte del ajuste natural de dos mundos que intentan compartirse. Pero otra cosa muy distinta es sufrir sin sentido, sufrir por aguantar, sufrir por miedo, sufrir por evitar, sufrir por no saber cómo salir.

Este tipo de sufrimiento no tiene ningún sentido, “no merece la pena”. Es decir, no sirve para nada, no nos lleva a ningún ajuste, a ningún desarrollo, no nos lleva a nada productivo. Al contrario, nos bloquea, nos merma y nos desorienta.

Este es el caso de las relaciones de pareja donde hay maltrato. El desequilibrio en el que uno domina intimidando al otro, donde se desprecia, se manipula o se ignora de forma deliberada y reiterada. Aquí es donde el “precio” de la relación no sale rentable. Se invierte demasiado y nunca llega a ser beneficioso.

Podríamos hacer un símil con una empresa en la que tienes un socio que se lleva todos los beneficios de forma engañosa. Tú inviertes pero nunca recoges ganancias. Cada vez te queda menos para invertir, incluso te hipotecas para poder mantener la empresa a flote. Muchas veces has pensado que sería mejor cerrar la empresa, pero cuando vas a tomar la decisión piensas en todo lo que has invertido y te parece increíble pensar que no vas a poder recuperarlo. Así que te invade una “esperanza” y decides darte un poco más de tiempo, a ver si la cosa mejora. Por otro lado, sabes que tu socio no invierte igual que tú y, además, te está robando las ganancias. Cada vez que le dices que así no se puede, que vas a darte de baja, te dice que necesitaba el dinero para no sé que cosa. Además, te asegura que el próximo mes no pasará lo mismo, que te dará lo que te corresponde. O quizás, al contrario, te dice que te lo inventas, que son películas tuyas, que no ha habido ningún robo.

Al final, no sabes qué pensar. Sabes que algo no funciona, pero no sabes muy bien qué hacer. Te debates entre cerrar la empresa y perder lo invertido, entre denunciar a tu socio por la estafa o en seguir esperando a que algo cambie. ¿Durante cuánto tiempo? Todo el que mantengas la esperanza.

Las relaciones de pareja pueden ser extraordinarias, pero no a cualquier precio. Cuando te cuestan la confianza, la valoración personal, la proyección al futuro, la salud física, la salud mental o quizás la vida, NUNCA merecen la pena. Son una estafa.

Estrategias:

  1. Integrar: No te dejes llevar por la ilusión de lo que podría ser, recuerda lo que es.
  2. Reconocer: Permítete decirte la verdad, que lo que te está ocurriendo.
  3. Planear: Empieza a pensar cómo puedes salir de la relación sin que ello te obligue a dar el paso ya. Permitirte visualizarte saliendo de la relación te ayuda a dirigir tus pasos en esa dirección.
  4. Habla: Necesitas poner en palabras lo que te ocurre. Esto ayuda a ordenar los pensamientos, a clarificar, a comprenderte.
  5. Infórmate: tener recursos nos ayuda a vernos capaz. La información abre las puertas que la ignorancia cierra.