El ictus es la principal causa de daño cerebral y de discapacidad en personas adultas. Según datos del estudio Iberictus, la incidencia de los accidentes cerebrovasculares en España es de 187,4 casos por cada 100.000 habitantes, con una mayor incidencia en hombres. Además, sus supervivientes tendrán que vivir con secuelas que van desde los trastornos de personalidad y del ánimo, hasta físicas relacionadas con la movilidad, la visión o el habla.

Pero, ¿es posible prevenirlo y tratarlo para que sus efectos se reduzcan? Con motivo del Día Mundial del Ictus, que se celebra este 29 de octubre, analizamos esta enfermedad, que se puede prevenir si se actúa a tiempo.

Juan Vicente Lozano - Jefe del Servicio de Rehabilitación del Hospital Morales Meseguer

"Es necesario dotar a los servicios de rehabilitación de equipos multidisciplinares y medios materiales para asegurar una rehabilitación de calidad"

Juan Vicente Lozano - Jefe del Servicio de Rehabilitación del Hospital Morales Meseguer

Lo primero de todo, es necesario tener claro qué le ocurre a nuestro cerebro cuando sufrimos un ictus. Esta enfermedad cerebrovascular se produce bien por la obstrucción o la disminución del flujo sanguíneo (ictus isquémico) o bien por la ruptura de los propios vasos sanguíneos (ictus hemorrágico). En ambos casos, la sangre no llega al cerebro en la cantidad necesaria y, por tanto, las células nerviosas dejan de recibir oxígeno y nutrientes, lo que provoca una alteración o una lesión del tejido cerebral que repercute en el funcionamiento normal de una determinada región del cerebro.

Se estima que dos de cada tres personas que sobreviven a un ictus presentan algún tipo de secuela, en muchos casos discapacitantes, lo que implica pérdida de productividad en el caso de pacientes en edad laboral y una necesidad de cuidados y rehabilitación.

Por todo ello, y aunque es cierto que su elevada incidencia y prevalencia (constituye la primera causa de discapacidad adquirida en el adulto y la segunda de demencia después del alzhéimer) hacen que el ictus tenga un gran impacto sanitario y social, es necesario concienciar sobre la importancia de contar con recursos suficientes para atender a estos pacientes. En este sentido, es importante mejorar la prevención, así como la rehabilitación de las secuelas.

Pero, ¿cómo se lleva a cabo esa prevención?

Más del 80% de los ictus se pueden evitar, controlando factores de riesgo modificables como la hipertensión arterial, el consumo de tabaco o alcohol, la dieta, la inactividad física, la obesidad, etc.

El ictus se puede prevenir, tratar y recuperar. Y en este punto, cobran especial importancia las unidades de ictus, la administración de tratamientos específicos y el tratamiento de rehabilitación y atención sociosanitaria. Todo ello redundará en una mejor calidad de vida de las personas afectadas.

«La rehabilitación del ictus debe ser precoz, intensiva y multidisciplinar. Es necesario dotar a los servicios de rehabilitación de equipos multidisciplinares y medios materiales para asegurar una rehabilitación de calidad», concluye el doctor Juan Vicente Lozano, jefe del Servicio de Rehabilitación del Hospital Morales Meseguer. 

Qué es la espasticidad, una de las secuelas más graves del accidente cerebrovascular

Los pacientes que sobreviven a un ictus suelen sufrir serias secuelas, siendo una de las más habituales la espasticidad. Se trata de una condición caracterizada por la contracción continua de los músculos, lo que produce rigidez o tensión que afectan al movimiento y a la postura.

Constituye una secuela motora importante y está presente en gran parte de los pacientes que han sufrido algún tipo de ictus y se han recuperado.

«Hoy en día sabemos que existen tratamientos que permiten prevenir secuelas y mejorar la calidad de vida»

Cristina Hernández - Fisioterapeuta de la Asociación de Daño Cerebral Adquirido de la Región de Murcia (Dacemur)

¿Cómo reconocerla? Los síntomas más comunes de la espasticidad son, además de la mencionada rigidez muscular, espasmos musculares que provocan contracciones musculares incontrolables y, a menudo, dolorosas, así como deformidades musculares y articulares afectando principalmente a hombros, puños apretados, codos, muñeca, pulgar de la mano, rodilla y pies.

Si no se trata, los síntomas de la espasticidad pueden conducir a complicaciones más serias como úlceras por presión, contracturas y deformidades, llegando a producir la pérdida de independencia del paciente. En el caso de la espasticidad en miembros superiores o inferiores puede causar dolor, y además dificultad para realizar tareas tan sencillas como vestirse, asearse, etc.

Los pacientes que sobreviven a un ictus suelen sufrir serias secuelas

En este sentido, Cristina Hernández, fisioterapeuta de la Asociación de Daño Cerebral Adquirido de la Región de Murcia (DACEMUR) explica que «existen factores como el posible desconocimiento por parte de los pacientes, unido a que en ocasiones arrastramos viejas ideas de que la espasticidad es algo que simplemente se debe asumir. Hoy en día sabemos que esto no es así, que existen tratamientos que permiten prevenir secuelas y mejorar la calidad de vida».

Por todo ello, una correcta valoración clínica para realizar un tratamiento correcto es esencial para evitar complicaciones. En este sentido, es necesario un equipo multidisciplinario formado por especialistas médicos y enfermeras que desempeñen un papel clave en el trabajo con el individuo y sus cuidadores para evaluar el grado y el impacto de la espasticidad y les ofrezcan un asesoramiento personalizado. Dicho tratamiento incluirá la combinación de terapia física, fisioterapia, terapia ocupacional, tratamiento farmacológico y quirúrgico.

Artículo patrocinado por Ipsen Pharma. Las conclusiones, interpretaciones y opiniones expresadas en él corresponden exclusivamente a sus autores. Ipsen Pharma declina cualquier responsabilidad sobre el contenido de las mismas.


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