Ningún país, rico o pobre, es inmune al impacto en la salud del empeoramiento de la crisis climática, según un informe que examina más de 40 indicadores y que advierte de que Europa tiene la puntuación más alta en el índice de vulnerabilidad al calor, colocando a sus ciudadanos en un riesgo cada vez mayor.

Se trata de la perspectiva más preocupante presentada hasta la fecha, apunta el estudio, en el que sus autores resumen que los sistemas de salud están mal preparados para hacer frente al rápido aumento de la mortalidad en todo el mundo debido al calor extremo, que amenaza, además, el medio de vida de millones de personas.

"A menos que se tomen medidas urgentes, el cambio climático amenazará cada vez más la salud mundial, alterará las vidas y los medios de subsistencia y desbordará los sistemas de atención de salud", concluye el informe Countdown publicado en The Lancet, que recuerda que en las dos últimas décadas las muertes relacionados con el calor en aquellas personas de más edad han aumentado un 54%.

Los 120 expertos mundiales de distintas disciplinas apuntan que la recuperación de la pandemia de covid-19 ofrece un momento clave para actuar sobre la emergencia climática: una respuesta conjunta a las crisis convergentes ofrece la oportunidad de mejorar la salud pública, crear una economía sostenible y proteger el medioambiente.

Y es que, según los autores, si se toman medidas urgentes para hacer frente al cambio climático -con planes para cumplir los compromisos de limitar el aumento de la temperatura mundial a muy por debajo de los 2ºC- se pueden mitigar estas perturbaciones y lograr en su lugar beneficios sanitarios y económicos.

Al mismo tiempo, estas medidas podrían reducir el riesgo de futuras pandemias porque los factores que impulsan el cambio climático también pueden impulsar el riesgo de pandemias zoonóticas.

Pero, de no poner medidas en marcha, desde islas pequeñas hasta grandes ciudades pueden sufrir en el futuro "choques sanitarios" relacionados con el clima, debido a las dificultades para anticipar los impactos del calor extremo y encontrar formas de adaptación.

Entre los efectos figuran los crecientes niveles de mortalidad vinculada con el calor entre personas vulnerables de todo el planeta, que en 2018 se cobraron 296.000 vidas.

Los medios de vida también corren peligro, ya que el calor afecta cada vez más a la capacidad de las personas para trabajar al aire libre en regiones en desarrollo, lo que tiene importantes repercusiones económicas; el año pasado, por ejemplo, India representó el 40% del total de las 302.000 millones de horas de trabajo perdidas.

Europa, con una población urbana que envejece, tiene la puntuación más alta de todas las regiones, con un 41%, en el índice de vulnerabilidad al calor, que combina la exposición a las olas de calor con datos sobre la susceptibilidad de la población y la capacidad de los sistemas de salud para hacer frente a ellas.

También es responsable de más de un tercio de la mortalidad relacionada con el calor en los ancianos, con 104.000 de las 296.000 muertes en 2018.

La región también sufrió las mayores repercusiones económicas de esas muertes, con costos equivalentes al ingreso medio de 11 millones de ciudadanos o al 1,2% del ingreso nacional bruto; los costos más altos se observaron en Alemania.

El calor y la sequía también están provocando un fuerte aumento de la exposición a los incendios forestales, lo que da lugar a daños cardíacos y en los pulmones, entre otros.

Unos 128 países han experimentado un aumento de la exposición de la población a los incendios forestales desde principios de 2000 y Estados Unidos registró uno de los mayores aumentos.

Asimismo, para finales de siglo, el informe concluye que el aumento previsto del nivel del mar podría amenazar el desplazamiento de hasta 565 millones de personas, exponiéndolas a una amplia gama de daños para la salud.

El informe -una colaboración entre expertos de más de 35 instituciones y liderado por la University College London-, se publica en el quinto aniversario del Acuerdo de París.

Por parte española participan Jaime Martínez-Urtaza, de la Universidad Autónoma de Barcelona, y Joaquín Trinañes, de la Universidad de Santiago de Compostela.

En declaraciones a Efe, Martínez-Urtaza recalca que la respuesta contra la crisis climática tiene que ser colectiva, "este no entiende de fronteras", señala este epidemiólogo.

"La situación es imparable, pero estamos en la fase de poder establecer las bases para tratar de controlar la situación", afirma este experto, para quien, si bien el cambio climático está más en los discursos que en las actuaciones, no todo en el informe es negativo.

Aunque no todos los países tienen planes nacionales de salud y clima, en medio de un año en el que la ciudadanía ha depositado más confianza que nunca en el sector sanitario, hay signos de un creciente impulso del compromiso clima-salud: hasta 86 países están ahora conectados con sus servicios meteorológicos para ayudar en la planificación y adaptación de sus sistemas sanitarios, afirma.