El próximo 29 de octubre es el Día Mundial de la Psoriasis, una enfermedad que afecta al 2% de la población mundial, con alrededor de 125 millones de personas en el mundo y cerca de un millón en España.

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La psoriasis es una enfermedad inflamatoria crónica que se caracteriza por la aparición de placas rojas y escamosas en la piel pero que también afecta a órganos como las articulaciones. En este caso nos referimos a la artritis psoriásica, una enfermedad que se presenta en aproximadamente un 10% de pacientes que padecen psoriasis en la piel.

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En algunos casos, aparece antes y la artritis y las lesiones cutáneas se desarrollan con el paso del tiempo, y en otros, la afectación de la piel no se produce a pesar de padecer la enfermedad articular. Según datos del estudio de prevalencia de las enfermedades reumáticas en la población adulta española (EPISER 2016), la prevalencia de esta enfermedad es del 0,58%.

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Al ser una enfermedad crónica, el paciente va a necesitar, a lo largo de su vida, tratamiento más o menos intenso para sus síntomas y un seguimiento médico. Los casos más graves conllevan, además, una alteración en la calidad de vida y, en ocasiones, una gran carga física, emocional y social. Por este motivo, los distintos profesionales sanitarios deben estar implicados en su cuidado, desde la enfermería, pasando por el médico de atención primaria, el reumatólogo, el psicólogo, etc. El dermatólogo es el especialista que se ocupará del control de la enfermedad y que estará atento a las necesidades del paciente solicitando la colaboración de otros especialistas y profesionales sanitarios, cuando sea necesario.

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La prevención y detección precoz de las comorbilidades vinculadas a esta enfermedad cutánea es fundamental y el seguimiento estrecho de estos pacientes ha permitido que hoy en día se sepa que las personas con psoriasis tienen más riesgo de sufrir hígado graso, enfermedad cardiovascular y otras patologías como ansiedad o depresión.

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Sin embargo, estudios recientes muestran que esos riesgos de desarrollar otros problemas, más allá de los síntomas cutáneos, se pueden reducir o mejorar con la medicación adecuada y la aplicación de unos hábitos de vida saludable.

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Los dermatólogos buscan las conexiones que hay entre diferentes síntomas para ir un poco más allá en la mejora de la enfermedad. Por ejemplo, recientemente se ha descrito que la microbiota está alterada en las personas con psoriasis y que una dieta mediterránea, basada en frutas, verduras, alimentos ricos en proteínas de origen animal, frutos secos y pescado, es una buena opción para reestablecer una flora adecuada que podría reducir la inflamación.

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De hecho, una dieta mediterránea junto con el tratamiento para la enfermedad serán medidas importantes no solo para mejorar el equilibrio de la microbiota, sino para reducir el riesgo cardiovascular.

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Diversos estudios indican que aquellos pacientes que están recibiendo tratamiento sistémico adecuado tienen una menor inflamación general, lo que podría conducir a mejorar comorbilidades de la psoriasis, como las mencionadas anteriormente.