La hora y el momento en los que realizamos nuestras comidas representan un factor esencial para la efectividad de las dietas y de la salud en general. Así lo señala la Fundación Española del Corazón (FEC), que también recuerda que varios estudios han demostrado una relación entre el horario de las comidas y la predisposición a padecer ciertas enfermedades como la diabetes y la obesidad.

Por ello, considera vital respetar el ritmo natural del organismo e ingerir los alimentos cuando el cuerpo se encuentre más preparado para asimilarlos, una disciplina que se la conoce como 'crononutrición'. "La razón es que los procesos biológicos varían radicalmente durante el día y la noche, y nuestro cuerpo responde de distinto modo a la asimilación de alimentos dependiendo de la hora a la que los consumamos", precisa.

En este sentido, llama la atención y pregunta cuándo engorda más una rosquilla, si por la mañana o por la noche. "Seguramente nuestra primera reacción sería contestar que da igual, que un dulce aportará las mismas calorías independientemente de la hora a la que lo degustemos. Y si esta fuera una pregunta de trivial habríamos perdido", matiza la FEC.

Según argumenta, nuestro organismo cambia a lo largo del día, y por eso dormimos por la noche, los infartos ocurren con mayor frecuencia por la mañana o una copa de vino produce mayores niveles de alcoholemia por la mañana que por la tarde. "Todo depende de nuestro reloj interno que regula, entre otras cosas, la producción de enzimas y hormonas y condiciona a su vez el efecto que producen los alimentos según la hora del día a la que los consumamos", precisa.

Ritmo de vida

En una entrevista con Infosalus, el coordinador del Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría (AEP), el doctor José Manuel Moreno Villares, subraya que esta disciplina se ha puesto últimamente de moda porque la sociedad y nuestro ritmo de vida han hecho que algunos de nuestros hábitos de vida los hayamos separado del ritmo solar y la mayor parte de la actividad de nuestro día, que suele realizarse por la mañana, no coincide con la mayor parte de lo que nos alimentamos, cuando debería ser así.

"Hay una cierta desincronización entre lo que hacemos y comemos. Deberíamos adecuarnos más a los ritmos naturales porque si no se presentan las desventajas para la salud. Por ejemplo, las personas que trabajan por turnos o por la noche tienen peor salud cardiovascular y cuando se analiza la dieta de estas personas se constata que es de peor calidad, presenta más cantidad de grasas saturadas o de azúcares; es menos saludable en general", subraya el también pediatra de la Clínica Universidad de Navarra.

Según advierte, cuando se come a una hora que no se corresponde aparecen apetencias distintas a las saludables y, además, se es menos constante en la dieta, se suele tener menos voluntad para no comer un determinado alimento que no conviene.

En este sentido, el coordinador del Comité de Nutrición de la AEP indica que en algunos trabajos se ha visto que la crononutrición representa una oportunidad en las dietas para perder peso. "En un estudio realizado en mujeres con sobrepeso que seguían un régimen de adelgazamiento se encontró una diferencia en la pérdida de peso de hasta 2,5 kg al cabo de 20 semanas, cuando se comparó entre las que repartían las comidas de forma arbitraria a lo largo del día, de las que hacían el 75% de la ingesta del día antes de las 15 horas. La diferencia ya se apreciaba desde el primer mes de tratamiento", apunta el experto.

El caso de la infancia

Con todo ello, el pediatra aconseja adecuar la ingesta de los alimentos a la actividad que se realiza a lo largo del día, especialmente en el caso de los niños y en la población juvenil, aunque hay pocos estudios sobre la importancia de la crononutrición en lactantes. "El niño al nacer no tiene un patrón claro de sueño-vigilia. Sólo come y duerme. Pero entre el tercer y el quinto mes los lactantes inician un periodo más largo de ayuno nocturno (4 a 6 horas), y comen ya regularmente a lo largo del día. Se ha demostrado en lactantes alimentados con biberón que, aquellos que hacen más tomas nocturnas, a la edad de 2 o 3 años son más gorditos. Por ello, conviene hacer una pausa nocturna en su alimentación", insiste.

Según defiende el doctor Moreno Villares, hay que enseñar a los niños a hacer un periodo de ayuno por la noche desde pequeños. A su juicio, no comer por la noche tiene ventajas metabólicas y es importante enseñar a los menores desde muy pequeños, que es cuando se asientan todos los hábitos.

En cuanto al desayuno, el especialista destaca que sí que es importante, aunque no es la comida más importante del día, si bien admite que sí representa "la forma en la que se rompe el ayuno nocturno y se cargan las pilas". Es más, alerta de que los niños y adolescentes que no desayunan mantienen a lo largo del día una dieta de peor calidad y tienen más riesgo de obesidad a largo plazo.

Por eso, el coordinador del Comité de Nutrición de la AEP resalta la importancia de desayunar bien, de realizar la comida lo antes posible, de hacer una merienda y una cena más ligeras, especialmente la cena, mantener al máximo posible los horarios establecidos para cada comida, y que los bebés duerman suficientes horas. "Esto cuadraría mucho con adecuar los ritmos biológicos a la alimentación, y como esto se aprende muy pronto en la vida, ya desde los primeros meses de vida, cuanto antes se haga más durará el efecto porque antes se ha aprendido", remarca.