El asma es una enfermedad crónica que se caracteriza por ataques recurrentes de disnea y sibilancias, además de dolor en el pecho y sensación de ahogo y tos. Se calcula que en todo el mundo cerca de 235 millones de personas padecen esta patología, de la que hoy se conmemora su Día Internacional.

En España, esta enfermedad afecta al 5% de la población adulta -con mayoría de mujeres-, y al 8-10% de los niños, según datos de la 'Guía Española para el Manejo del Asma para Pacientes', aunque podrían ser mucho más altas, ya que según el Estudio Europeo de Salud Respiratoria, un 52% de las personas con asma en nuestro país no han sido diagnosticadas y hasta un 26% de estas no recibe ningún tratamiento, a pesar de sufrir síntomas con frecuencia.

Cuando se produce una crisis asmática, el revestimiento de los bronquios se inflama, lo que provoca un estrechamiento de las vías respiratorias y la subsiguiente disminución del flujo de aire que entra y sale de los pulmones. Aunque algunas causas y desencadenantes son comunes a todas las personas que sufren asma, existen también diferencias individuales, de manera que la severidad y frecuencia de estas crisis varían de un afectado a otro. En este sentido, en algunos casos los síntomas se pueden desarrollar varias veces al día, mientras que en otros casos los ataques son menos frecuentes.

Aunque la predisposición genética es el factor más importante que influye en la aparición del asma, todavía hoy se desconocen las causas exactas que provocan esta enfermedad. En cualquier caso, sí son conocidos los factores de riesgo que causan estas crisis.

Entre ellos, destacan por ejemplo la presencia de alérgenos en espacios cerrados (ácaros del polvo, contaminación, animales domésticos€), alérgenos en espacios abiertos (polen, moho€), la menstruación, humo del tabaco, sustancias químicas, infecciones víricas, fármacos como los antiinflamatorios no esteroideos (AINE), aire frío, emociones extremas de enfado o miedo, realización de actividades físicas€ Conforme la enfermedad se hace más persistente y la inflamación más progresiva, otros factores contribuyen a la limitación del flujo de aire: el edema de la vía aérea, la hipersecreción de moco y la formación de tapones espesos compuestos por exudados celulares y restos mucosos.

Pese a que se trata de una enfermedad crónica y que por lo general no tiene una cura definitiva -pese a que a veces se consigue la remisión-, un tratamiento apropiado permite tener bajo control esta patología y por tanto mejorar la calidad de vida de los afectados. Normalmente se trata de tratamientos farmacológicos que de forma habitual se toman mediante inhaladores, aunque también es posible controlar la enfermedad mediante la administración de vacunas que contengan el alérgeno responsable del asma.

Existen una serie de consejos y recomendaciones que pueden ayudar a los afectados a controlar el asma. Para la doctora Aurora Garre, asesora médica de Cinfa, las recomendaciones más importantes son estas:

1. Evita los alérgenos que más te afecten. Debes mantener tu entorno libre de las sustancias que pueden empeorar tu asma, como el polvo, los ácaros, hongos o el pelo de los animales. Recuerda también que alrededor del 10% de los adultos asmáticos son intolerantes a la aspirina y a los antiinflamatorios no esteroideos como el ibuprofeno.

2. Realiza ejercicios respiratorios habitualmente. Aprende y practica de manera regular ejercicios que te ayuden a controlar la respiración y la ansiedad cuando llegue una crisis. Si esta se produce, toma la medicación, busca una postura cómoda -generalmente sentado con los brazos apoyados en una mesa o barandilla-, relájate, saca el aire con los labios fruncidos y respira sin ansiedad, sirviéndote del abdomen.

3. Sí al deporte, pero con precaución. Que el asma no te limite a la hora de hacer deporte, pero siempre realiza ejercicios de calentamiento y estiramiento antes de comenzar a practicar cualquier actividad física e incrementa poco a poco la intensidad del ejercicio, con el fin de preparar las vías aéreas para el esfuerzo. Debes saber que los deportes en ambientes húmedos como la natación o en salas cerradas y cálidas están más indicados para los asmáticos. Si sufres asma de esfuerzo, tu médico puede recomendarte una medicación específica.

4. No fumes y aléjate de los ambientes con humo. El tabaco es uno de los desencadenante del asma, porque incrementa la inflamación bronquial. Por lo tanto, no fumes y tampoco permitas que lo hagan cerca de ti.

5. Llévate el sentido común cuando viajes. Siempre que el asma esté bien controlado y sea estable, una persona asmática puede viajar como cualquier otra, pero ha de llevar consigo siempre sus medicamentos habituales, el plan de acción por escrito que ha elaborado con su médico y los medicamentos que puede necesitar en caso de empeoramiento o crisis.

6. Toma todos los días tu medicación, incluso aunque no sufras síntomas. Para lograr controlar tu asma y disfrutar de una buena calidad de vida, es muy importante que tomes la medicación que tu médico te haya prescrito en la dosis, frecuencia y duración indicadas.

7. Nunca abandones el tratamiento por tu cuenta. Comenta a tu médico cualquier duda que puedas tener sobre cómo seguirlo o tus posibles temores ante efectos secundarios -muy poco probables-, pero nunca dejes de tomar la medicación por iniciativa propia.

8. Consulta siempre a tu médico antes tomar nuevos fármacos. Nunca te automediques e informa a tu médico de nuevas prescripciones que otros especialistas hayan podido indicarte. En todo caso, comunica siempre a tu farmacéutico, dentista y médicos tu condición de asmático.

9. Aprende a usar bien tu inhalador. Los pasos son: abrir el dispositivo, prepararlo (agitarlo, rotarlo o cargarlo), vaciar tus pulmones de aire, bloquear la respiración, colocar el orificio del inhalador en la boca, inhalar a fondo, contener la respiración de cinco a diez segundos y volver a respirar con normalidad. Si el medicamento contiene corticoide, debes enjuagarte la boca al terminar.

10. Aprende a reconocer y actuar ante las crisis. Pide a tu médico que te enseñe a detectar los síntomas de empeoramiento -para lo que a veces puede ser necesario un medidor de flujo espiratorio- y elabora con él un plan de acción escrito, que te indique con exactitud cómo debes reaccionar en caso de una crisis grave: aumentar la dosis de medicamento, tomar otro nuevo o acudir a Urgencias.