El término onicofagia procede de la unión de las raíces griegas 'onico' (uña) y 'fagia' (comer) y significa literalmente 'comerse las uñas'. Es algo común en la infancia y puede resolverse con los años o perpetuarse durante toda la vida. Si esta práctica es intensa suele convertirse en un hábito duradero y esta misma intensidad lo perpetúa en el tiempo y es la responsable de graves problemas de salud en las uñas y su área de piel circundante.

Según explica a Infosalus la doctora Montserrat Salleras, miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), el problema está en que la intensidad al comerse las uñas puede conducir a lesiones en su matriz, situada debajo de la cutícula, la delgada línea de piel que protege la zona que rodea el interior de la uña (zona periungueal).

En los casos en los que la matriz de la uña se ve afectada, estas lesiones pueden ser irreversibles y conllevar el crecimiento de uñas anómalas. "Cuando se daña la matriz de la uña, el área por donde éstas crecen, las uñas se afean y pueden salir con anomalías como ondulaciones", aclara la doctora Salleras, jefa de servicio de Dermatología del Hospital Universitario Sagrado Corazón de Barcelona de Quirón Salud.

Si este mal hábito se mantiene con cierta intensidad durante más de un año las probabilidades de lesiones en la matriz son elevadas. Los grados en la onicofagia van desde el más leve de únicamente cortar la uña crecida hasta sacar los pliegues, cutículas y dañar toda la piel de la zona periungueal.

"El problema no es sólo estético ya que esta costumbre puede hacer que la persona sea más propensa a las infecciones dado que se pierde esta piel protectora que rodea la uña y el área está más expuesta a virus, hongos y bacterias", señala la dermatóloga. Las infecciones por virus suelen implicar al papiloma virus y ocasionan verrugas, las fúngicas a las cándidas y las bacterianas al estafilococo.

Los daños procedentes de la onicofagia se derivan de los pequeños golpes y presiones repetidas que sufre la uña y sus alrededores mientras la persona aplica sus dientes a la zona. Es habitual sufrir también de inflamación en la zona periférica a la uña, lo que se denomina perionixis, y que también contribuyen a otras infecciones o son síntomas de ellas.

"Comerse las uñas es un síntoma de ansiedad en determinadas épocas de la vida. El tratamiento se basa en combatir esta ansiedad, en ocasiones con medicación ansiolítica, ya que no existe un tratamiento tópico que funcione", apunta la portavoz de la AEDV que añade que en años pasados se empleaba un producto tópico sobre las uñas que producía repulsión al morderlas pero quienes tenían el hábito también se habituaban y perdía su eficacia.

Inicio en la infancia

El hábito puede comenzar hacia los 4 años de edad y si es leve los padres no suelen preocuparse, algo que sí ocurre cuando existe la posibilidad de que el niño o niña se haga daño, ya que suele ser una actitud que no controlan o de la que no son conscientes y que puede llegar a ser intensa.

"Es una costumbre relativamente normal en la infancia y que se acepta socialmente. Los padres suelen preguntar cuando acuden a la consulta por otros motivos. La preocupación es mayor en las madres de chicas adolescentes debido a sus repercusiones en la estética de las manos", comenta la doctora Salleras.

La doctora señala que cierta tendencia a morder o comerse las uñas en la infancia es normal y que sólo hay que actuar si es un hábito intenso y puede ocasionar secuelas o infecciones o si existen además otros signos de ansiedad en los pequeños.

"Los adultos que llevan años con este hábito lo asumen y acuden a la consulta para tratar infecciones por hongos, bacterias o virus que pueden ocasionar verrugas. Tienen infecciones de repetición pero muchos de ellos ya saben qué cremas emplear y cómo", apunta la dermatóloga.