He rescatado muchos animales salvajes en España y he visto de todo. He recogido leones que vivían en discotecas, tigres encerrados en jaulas en vertederos de basura y otros muchos con historias tan increíbles como esta.

Era un tigre que apenas caminaba y, cuando lo hacía, cojeaba de forma ostensible. Me llamaron porque vivía en un parque que iba a cerrar y era necesario rescatarlo y reubicarlo en un lugar más adecuado para él.

Al animal lo habían traído de Rusia. Lo usaban para un espectáculo con animales salvajes. Su cometido era realizar el baile del fuego. Para ello, tenía que subir encima de un elefante que, a su vez, daba vueltas sobre una pista. Una vez situado sobre este, mientras sonaba un tambor, debía simular que caminaba sobre dicho elefante, mientras atravesaba un aro de fuego ardiendo.

No era fácil lograrlo. Para conseguirlo, el animal tenía que haber aprendido a bloquear todos sus instintos. Hay que pensar que los tigres odian el fuego.

Por eso, los animales elegidos para ejecutar dicho número son adiestrados duramente desde que son cachorros. El proceso es muy complicado. Para que aprendan, primero deben ser colocarlos diariamente sobre una plancha de calor, a la que se le va subiendo progresivamente la temperatura. Mientras todo eso ocurre, debe sonar, una y otra vez, la misma música de idéntico tambor. El fin es que el animal, al quemarse, comience a levantar las palmas de la plancha, logrando el efecto óptico de que parezca que camina. Ese mismo ejercicio repetido mil veces, hace que el animal relacione quemarse con el sonido del tambor, de manera que, cuando este suene, inmediatamente levante sus patas para no quemarse. Se trata del famoso condicionamiento de Pávlov.

Sin embargo, con aquel tigre la cosa salió mal. La plancha subió demasiado la temperatura, y el animal se quemó las plantas de sus patas para siempre. Por eso, caminaba sin apoyarlas y, por eso, quedó desahuciado, siendo trasladado a aquel parque perdido donde, más que un tigre, era un bulto.

El caso es que, tras arreglar los permisos, rescatamos a aquel animal y lo trasladamos hasta otro centro donde vivió hasta el final de sus días. No obstante, sirva este artículo como homenaje a su historia y a la de todos aquellos animales salvajes que conviven a diario con la peor cara del ser humano.