Desde el nacimiento de las primeras ciudades existen gatos viviendo en la calle. Sin embargo, en los últimos tiempos han aumentado. Los defensores de estos reclaman más protección para los mismos. Sin embargo, la comunidad científica avisa del peligro que entrañan.
Las descalificaciones entre aquellos que reclaman proteger la existencia de dichas colonias y los científicos que alertan del daño que las mismas causan a la biodiversidad están a la orden del día. Para entender la cuestión y encontrar una solución, se deben tener en cuenta 3 claves:
Primera: ¿son culpables los alimentadores de gatos? Las personas que cuidan las colonias de gatos no son culpables de la existencia de estas. Solo cuidan a los animales que viven abandonados en la calle porque han nacido allí o alguien los ha dejado.
Segunda: ¿miente la comunidad científica? Lo que manifiestan los científicos sobre la presencia de dichos gatos en la vía pública y el daño que realizan en la fauna autóctona no es discutible, está basado en datos objetivos de población y en multitud de investigaciones realizadas. Es ciencia, no creencia.
Tercera: ¿soluciones? Se deben buscar consensos entre ambas posturas, por difícil que sea. Los medios usados hasta ahora para controlar la población de gatos no han funcionado, pero tampoco han sido bien aplicados. Es urgente poner en marcha programas de esterilización que se desarrollen adecuadamente, con criterios técnicos, que conlleven la esterilización de todos los miembros de una colonia o, al menos, de todas las hembras. De esa forma se evitará el nacimiento de nuevas camadas. Además, las colonias deben estar señalizadas, controladas y con un sistema de vigilancia efectivo, mediante cámaras si es necesario. El objetivo es que no se abandone ningún nuevo animal en estas y, si se abandona, que pueda ser localizado rápidamente y esterilizado. Además, sería importante que, cuando se esterilicen, también se vacunen, desparasiten e identifiquen con chip.
Evidentemente, para gestionar y dirigir todo esto, los ayuntamientos deben incorporar a sus plantillas veterinarios municipales que, entre otras funciones, velen por la correcta realización de dichos programas. Esta figura es esencial en este y en otros muchos temas.
Si lo anterior se cumple, las colonias de gatos no aumentarán en número, pudiéndose realizar un efectivo control y cuidado de las mismas. Eso evitará los problemas que plantea la comunidad científica y significará la protección de todos los animales, incluidos, por supuesto, los gatos.