9 de cada 10 personas respiran aire contaminado. De ellas, 7 millones morirán este año por el aire que respiran. Idéntica suerte correrán cientos de millones de animales. De hecho, cada día se extinguen 150 especies. Una cifra alarmante.

Se calcula que en el planeta Tierra habitan más de 7,7 millones de especies de animales, aunque existe un amplio consenso científico en que el 80% de las mismas están aún por descubrir. Por lo tanto, afirmar que el número real estaría cerca del centenar de millones no es ningún disparate.

Sin embargo, la contaminación y el famoso cambio climático están provocando un auténtico tsunami en la supervivencia de muchas de ellas. Todos los científicos coinciden en que, desde la desaparición de los dinosaurios, la historia del planeta no había padecido nunca una sangría de tal magnitud. Otro dato: durante el 2022, la presencia de plásticos en el mar, entre aves, ballenas, tortugas y peces, mató a más de un millón y medio de animales. No es ninguna broma. El planeta ha dicho stop al ser humano, pero este no quiere oírle.

Mientras tanto, los casos de animales afectados por la contaminación son cada vez más cercanos, aunque no aparezcan en listado alguno.

He rescatado a lo largo de mi vida, por ejemplo, a muchos ponis a los que encontré atados y en los huesos, intentando comer en escombreras repletas de hierros, basura y restos de tóxicos contaminados. Evidentemente, todos ellos fueron víctimas del abandono pero, también, de la contaminación que invade muchos espacios del planeta.

Igual que aquellos tigres, a los que encontré viviendo en un vertedero y que subsistían respirando los gases que emanaban de las miles de toneladas de basura que les rodeaban, o aquellos otros cachorros de leones que quedaron ciegos al ser usados para que quien quisiera, previo pago, pudiera hacerse una foto junto a ellos, contaminando y nublando para siempre, con los flashes luminosos, su visión.

Cada uno de ellos fue víctima del maltrato, sin duda, pero también del sometimiento por parte del ser humano, en el primer caso, a la contaminación del suelo, en el segundo a la de la atmósfera y, en el tercero, a la contaminación lumínica. Al fin y al cabo, es normal, si algo he aprendido a lo largo de todos estos años es que el maltrato nunca viene solo.