Desde hace tiempo son muchas las voces que se han levantado pidiendo que se agraven las penas para las personas que maltraten animales. En ese sentido se han llegado a registrar en el Congreso de los Diputados distintas proposiciones no de Ley.

El artículo 337 del Código Penal prevé prisión de 3 meses y un día a 1 año para el que maltrate a un animal si no existe muerte del animal como resultado de ese maltrato. Si, por el contrario, sí se produjera dicho fallecimiento, en ese caso la pena se eleva y pasa a ser de 5 a 18 meses de prisión.

Es evidente que en esos casos, dadas las penas tan bajas, raramente va a existir un ingreso en prisión.

Evidentemente, estudiar dichas penas, así, en frío, resulta complicado, aunque realmente es como debe hacerse. Para mí, que desgraciadamente he visto todo tipo de maltrato en animales, que he tenido que rescatar decenas de camadas de cachorros vivos a los que habían introducido en el interior de un contenedor de basura, que me he encontrado el cadáver de un perro atado con una cuerda a un árbol y ahorcado, que he tenido que socorrer a un perro ahogado al que habían arrojado al mar envuelto en una manta, a otros tantos atados a las vías del tren o que he tenido que recoger caballos moribundos de pura hambre mientras pisaba el cadáver deshecho de otros caballos famélicos que se habían descompuestos a los pies de sus compañeros, pues bien, para mí es evidente que cualquier pena siempre será poca.

Sin embargo y sin llegar a esos extremos, creo que todos podemos coincidir en que, en temas de malos tratos hacia animales y dadas las penas tan livianas que contempla el actual Código Penal, todavía tenemos margen para hacer cosas dignas que, desde el consenso, protejan a los animales, les dignifiquen y pongan en valor sus vidas. Es lo mínimo que se merecen.