La Opinión de Murcia

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Si ellos hablaran

¿A quién le importa la vida de unos burros?

La muerte de ocho burros por culpa del gobierno valenciano vuelve a depararnos sorpresas. La última es que no fueron ocho, sino 16, los animales fallecidos y que, tal y como se sospechaba, todos murieron de hambre.

L.O.

Todo comenzó cuando la consellera de Agricultura, Desarrollo Rural, Emergencia Climática y Transición Ecológica de la Comunidad Valenciana, de nombre Mireia Mollà, anunció a bombo y platillo que se le había ocurrido juntar a unos burros como brigada antiincendios. En esos momentos la idea era solo suya.

La iniciativa no es nueva. Se ha llevado a cabo toda la vida en zonas rurales. El problema es cuando los que la aplican son urbanitas de despacho crecidos al abrigo de un geranio. En ese caso, todo lo que parece ‘cool’ puede acabar convertido en una ‘ful’.

Nadie pensó que el grupo de burros elegido había comido toda la vida de la mano del hombre, por eso, cuando fueron trasladados hasta el desierto de las Palmas en Castellón y dejados libremente para que se buscaran la vida, el resultado fue el esperado. Semanas más tarde, comenzaron a aparecer los cadáveres consumidos de algunos de ellos mientras, el resto, los que aún seguían vivos, eran ya sombras andantes de muchos huesos y poca carne, viva imagen de la desnutrición. A esas alturas, la idea ya no era solo de ella sino de todo su equipo.

Como es lógico, el escándalo no tardó en saltar a los medios. Aparecieron fotos de los cadáveres y la consellera buscó un buen culpable que le salvara el cuello. Lo encontró en el Director General del Medio Natural al que dimitió. Llegados a este punto, la idea ya era de todos menos suya.

El asunto alcanzó tal nivel que hasta el propio Frank Cuesta lanzó un duro alegato contra la consellera en sus redes sociales, exponiendo claramente lo sucedido y asumiendo que, por la contundencia de sus palabras, le caería alguna denuncia. Sin embargo, esta nunca llegó ni llegará, porque, entre otras cosas, la universidad de Castellón acaba de corroborar que fue el hambre quien los mató.

Ya nadie se pregunta de quien fue la idea, para qué, saben que ni la consellera va a dimitir, ni su jefe, Ximo Puig, va a exigirle responsabilidad alguna, al fin y al cabo, ¿a quién le importa la vida de unos simples burros?

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