Una de las polémicas más antiguas en el mundo de la protección de los animales es la que se deriva del famoso corte de las orejas y rabos en perros. Esta práctica está actualmente bastante superada, aunque existen algunos criadores de determinadas razas que se resisten y siguen buscando resquicios legales y, sobre todo, lugares donde dicha prohibición no exista.

Las razas en las que esta cirugía es más demandada por sus criadores son aquellas a las que pertenecen los perros catalogados como potencialmente peligrosos. Por ejemplo, los criadores de Pitbull o American Stanffordshire son los que más resistencia ponen al respecto. El motivo en ese caso, evidentemente, es puramente estético. Criadores y compradores de las mismas, a menudo, buscan con el corte de las orejas un aspecto más agresivo y peligroso.

La aprobación del anteproyecto de ley nacional para la protección animal -si es que llega a producirse- igual que el resto de normas autonómicas -algunas en trámite- desterrarán para siempre una práctica que ya fue erradicada en muchas comunidades, prohibiendo las mismas por motivos estéticos.

Esta última coletilla es importante, porque garantiza que los veterinarios podrán decidir realizar dicha intervención cuando sea necesario por razones de salud. Es lógico, los veterinarios no deberían sentirse nunca perseguidos ni cuestionados cuando decidan realizar dicha intervención porque la entiendan necesaria para salvaguardar la salud del animal o el bienestar del mismo.

En los últimos meses he hablado con muchos profesionales colegiados que me han expresado el gran temor que tienen a que, ante algún problema de salud, un tumor o un accidente, por ejemplo, tengan que extirpar un trozo de oreja o de rabo a un perro y alguien pueda denunciarlos. En ese sentido, la ley es muy clara. La prohibición solo incumbe a aquellos casos en los que dicha cirugía esté motivada por razones estéticas. La salud de un animal siempre debe primar y, en este sentido, los mayores valedores de la misma son los veterinarios.