Sin pasado no hay presente. De todos los intelectuales que han iluminado el mundo, Voltaire ha sido uno de los principales. Inventor y gran pensador, vivía en una posición acomodada en París, gozando del cariño y apoyo de toda la ciudadanía. Era tanta su fama que debía prever todos sus movimientos para que la gente no se agolpara a su alrededor y pusiera en riesgo su propia seguridad.

Hay que tener en cuenta que en la Francia de aquella época se creía que el simple hecho de rozar la piel de cualquier personaje ilustre o, simplemente, poseer un trozo de tela que hubiera estado en contacto con el mismo, aseguraba la salvación eterna. De hecho, las crónicas cuentan que fueron muchos los famosos que volvieron magullados y desnudos a su casa por ese motivo.

El caso es que Voltaire estaba tan cansado de sentir a la muchedumbre aclamándolo que, a menudo, se quejaba de su suerte. Su mayor temor no era tanto por su vida como por la de su familia y, por supuesto, la de su perro. Este le había salvado varias veces la vida porque, con sus ladridos, había conseguido evitar que fuera aplastado por las aglomeraciones de gente. Por eso, para intentar reducir el peligro había mandado que encerraran a este y que le impidieran salir a recibirle cuando llegaba a casa. Pensaba que quizá algún loco de aquellos, al verlo lamiéndole la mano, intentara matarlo y embalsamarlo con el fin de poseer la lengua del animal. No era el primer caso de ese tipo que en aquella Europa de supersticiones se había producido: ya se habían registrado otros parecidos con caballos.

Sin embargo, cuentan que el animal al verse alejado de su dueño cayó en tal depresión que hizo que Voltaire, preocupado por su vida, diera órdenes para que de nuevo le dejaran saludarle al llegar a casa. Ya se sabe que se puede vivir sin casi nada, pero no sin el cariño de los tuyos.

Afortunadamente, el tiempo pasó y quiso el destino que Voltaire pasara al olvido. Al principio le gustó, pero no tardó mucho en echar de menos que alguien le reconociera por la calle. Curiosamente, fue entonces cuando más le ayudó su perro. Al fin y al cabo, para este no había cambiado nada. Voltaire seguía siendo el personaje más importante de su vida.