España es la puerta de entrada a Europa del tráfico ilegal de especies. Nuestra posición geográfica y los escasos controles que se realizan de las vías de entrada han convertido nuestro país en un ‘todo vale’.

Por mar: los ferrys que comunican España con Orán o el norte de África son coladeros de agua salada para el tráfico ilegal de especies. En el interior de los vehículos que transportan estos, viajan miles de animales secuestrados en sus maleteros. Lo mismo ocurre en los grandes cargueros mercantes. Se ha descubierto cómo, a menudo, algunos de sus recónditos rincones albergan cajas con animales escondidos en su interior. La inacción de las consignatarias y la nula coordinación entre países de origen y destino facilitan que miles de animales sigan introduciéndose por mar sin control alguno.

Por tierra: los camiones y los trailers se suceden. Ocultos entre toneladas de carga y decenas de palés, viajan camufladas y embaladas tortugas gigantes, cocodrilos, serpientes, monos o leoncitos recién nacidos. Los controles son escasos pero las ganancias altas. Para ellos, atravesar carreteras convirtiéndolas en autopistas de entrada ilegal para animales es un lucrativo negocio.

Por aire: tengan alas o no, muchos animales vuelan en líneas regulares de carga y pasajeros. Aeropuertos como Barajas abren sus puertas a los pasajeros sin saber que, ocultos y enclaustrados, los animales llegan como polizones sin permisos ni billetes. Las escenas se suceden: crías de tigres sedados en el fondo de una maleta, pájaros en cajas trucadas, macacos inmovilizados con celofán o polluelos de loros envasados en latas y ocultos en el doble fondo de abrigos ¿Lo último? El transporte de angulas en maletines con destino a China. Colocadas en bolsas de agua y oxigenadas con  sistemas rudimentarios, aguantan horas de vuelo y transbordos ¿Su destino? El menú de algún lujoso restaurante asiático.

¿Se dan cuenta? Todo por dinero. Animales comprados a 3 euros son vendidos de 3.000 a 100.000 euros en destino. El precio lo fija el peligro de extinción en el que se encuentre la especie. Actualmente hay empresarios buscando orangutanes y aristócratas lanzados a la caza de gorilas. No les importa que, por cada animal salvaje vivo que llega, diez mueran por el camino. Para ellos todo tiene un precio, pero se equivocan. Jamás podrán comprar su propia integridad, honestidad o dignidad, porque nada vale lo que no existe.