El profesor se dirige a la clase: «Queridos alumnos, a continuación vamos a realizar un pequeño control sobre conocimiento del medio natural y salvaje. Os propongo un ejemplo y varias preguntas al respecto.

El caso es el siguiente: Dos individuos llegan al enfrentamiento. Uno de los machos, erguido sobre sí mismo, abalanza su pecho amenazadoramente contra el otro. La respuesta no se hace esperar. El otro macho adelanta también su pectoral, gruñiéndole encolerizado.

Sus cuerpos se rozan violentamente. Sus corazones bombean a gran velocidad.

Uno de los machos levanta una de sus extremidades superiores de forma amenazante y la deja caer duramente. El otro consigue paralizar el golpe pero, a su vez, eleva también sus extremidades lanzándolas sobre el cuerpo del otro.

Los golpes se suceden y la sangre aparece. Ambos individuos ruedan por el suelo. Al cabo de unos minutos, la pelea se detiene. Uno de los machos, aún vivo, yace sin conocimiento sobre el suelo. El otro, también ensangrentado, decide marcharse velozmente.

Preguntas: ¿De qué animales se trata? ¿En qué parajes se suelen dar estos comportamientos? ¿Son habituales? ¿Cual es la explicación de los mismos?»

Uno de los chicos levanta la mano: «Podrían ser osos, lobos o cualquier otro animal. Los rituales de pelea son parecidos en todas las especies. Respecto al lugar podría ser cualquier zona boscosa. Y en relación al motivo, se trata de comportamientos habituales en periodos de celos o por dispuestas territoriales».

«Muy bien -le contestó el profesor–, aunque no has acertado. En realidad, es mucho más fácil.

Veréis, la especie es la humana. Se trata de dos hombres peleando. El lugar es la calle de acceso a vuestro colegio. Ha sucedido esta mañana por un conflicto de tráfico entre dos conductores. Este tipo de cosas, desgraciadamente, son todavía relativamente habituales. El motivo es la ignorancia, la falta de argumentos, de ideas y, sobre todo, la maldad, esa maldad humana que sólo genera violencia. Veis qué sencillo y qué triste era a la vez».