Desde hace tiempo nuestro planeta está en la UCI. El coronavirus no es la prueba de su enfermedad, tampoco la consecuencia, es simple y llanamente un síntoma más del estado de deterioro que presenta tras la constante erosión del hombre.

Durante el 2020 se batió un récord repugnante. Por primera vez, la cantidad de cemento en el mundo fue mayor a la masa forestal existente.

Hoy hay ya más urbanizaciones que zonas naturales. Sin embargo, el asunto continúa. Un horizonte lleno de grúas para la construcción es recibido con alegría como un signo de prosperidad sin darnos cuenta de que, mientras estas no lleven de la mano planes de sostenibilidad, son la viva imagen de la agonía.

Mientras tanto, la contaminación sigue avanzando sin límite. Un simple día frío con un uso más continuado de la calefacción, dispara las alarmas. ¿Y si algún día necesitamos máscaras de oxígeno para respirar? ¿Creen que es ciencia ficción? Antes de responder, mírense al espejo con sus mascarillas anticovid.

La contaminación no viene sola, lo hace rodeada de otros despiadados amigos. La deforestación, el cambio climático, el tráfico de animales y la invasión de especies en hábitats ajenos, son algunos de ellos. Juntos consiguen levantar resorts de lujo para que virus y bacterias se sientan seguras, cómodas y, sobre todo, fuertes.

Por eso, humanos y animales estamos viviendo lo que estamos sufriendo. ¿Recuerdan aquellos cientos de elefantes que, misteriosamente, murieron en Botsuana? Ahora sabemos que el motivo fueron unas bacterias tóxicas, las cianobacterias que aparecen en el agua y crecen rápidamente formando una especie de algas verdiazules. Su presencia no fue casual. El mayor calor generado por el cambio climático subió la temperatura del agua lo que favoreció las floraciones tóxicas que acabaron con sus vidas.

Es solo un ejemplo. Por otro lado, actualmente distintos proyectos veterinarios trabajan para intentar frenar la transmisión de enfermedades, bacterias y virus de los humanos y sus animales de compañía a tigres, leones, rinocerontes, murciélagos o gorilas, entre otros muchos.

El ser humano y su erosiva conducta medioambiental ha provocado la tormenta perfecta. En estos mismos momentos, mientras lee estas líneas, el deshielo provocado por el calentamiento global está devolviendo la vida a patógenos que llevaban siglos congelados en el ártico. Sin duda, los próximos años pueden ser aterradores, de hecho, estos últimos ya lo están siendo.