Lo dice la ciencia, que no la creencia. El mundo está lleno de campos magnéticos. Unos, como esa especie de lluvia intensa a ráfagas de energía solar que son las tormentas solares, nacen de la propia naturaleza. Otros, como las radiaciones de las antenas de los móviles, proceden del desarrollo tecnológico de la humanidad. Todos nos afectan a todos: animales, plantas y personas.

La comunidad médica cree que muchos de nuestros dolores de espalda, cabeza o malestar general son consecuencia directa de esas radiaciones.

En el caso de los animales, hace unos días hemos conocido cómo un grupo de ballenas, aparentemente sanas, morían desorientadas en la costa asturiana. ¿Qué hacían allí? Nadie lo sabe. No era su espacio ni su hábitat. Habían cambiado los cálidos mares del sur por las gélidas costas del norte. Los investigadores han explicado que puede deberse a un problema de parásitos, virus o desorientación externa. Las necropsias darán más pistas.

En cualquier caso, la aparición de tiburones perdidos cerca de la costa, de ballenas que encallan en las orillas o de cetáceos que amanecen sobre la arena de la playa es cada vez más frecuente. Muchos científicos comienzan a señalar como causa principal los campos electromagnéticos creados por los nuevos avances tecnológicos. El tema es muy preocupante. Animales como los tigres, leones elefantes, puercoespines, aves migratorias, cetáceos y muchos otros son especialmente sensibles a los campos electromagnéticos. Si estos cambian, se queda sin el GPS natural que dirige sus movimientos.

No voy a engañarles. La llegada de la tecnología 5G supone un gran avance. Permitirá, entre otras cosas, operar en quirófanos inteligentes a paciente a miles de kilómetros de donde se encuentre el cirujano. Eso salva vidas.

Sin embargo, si las radiaciones del 5G son tan altas como la ciencia explica, el equilibrio de los campos magnéticos cambiará, lo que directamente afectará a la orientación de muchos animales. Eso mata vidas.

La humanidad tiene la última palabra. No sobrevivirá sin los animales. El final del mundo que alguna vez imaginamos se parece bastante a lo que estamos viviendo. Podemos salvar el planeta o destruirlo. Es el momento de decidir.