Hace unos años la Universidad de Gales llevó a cabo el siguiente experimento. Reunió a 700 personas y las dividió en 7 grupos de estudio. Se trataba de individuos de todas las edades, gustos, niveles económicos, sociales y culturales.

La experiencia consistía en exponerlos a tres situaciones diarias: Primera, la persona se encontraba completamente sola. Segunda, la persona estaba con una o varias personas con las que podían conversar animadamente. Y, tercera, se le dejaba sola pero, eso sí, con su animal de compañía.

El resultado fue sorprendente ¿Qué situación creen que sería la más relajante? Los estudios demostraron que hablarle a un animal de compañía, combinando caricias y palabras, producía una relajación inmediata y una disminución de la presión arterial.

Entonces se preguntaron ¿qué ocurriría si, mientras estaban con su animal, se les permitía también mantener contacto y conversaciones con otras personas?

La respuesta fue también clara. Se comprobó como las personas se comunican con más facilidad cuando están acompañadas de sus animales. Es más, las conversaciones fueron más profundas y amigables, disminuyendo drásticamente las discusiones entre ellas.

Está claro que los animales dinamizan la comunicación e, incluso, desarrollan un papel triangular en conflictos de parejas, facilitando la resolución de los mismos. Un buen ejemplo es cuando dos personas están enojadas y no se dirigen la palabra pero, por contrario, sí hablan con su perro o gato manteniendo así el contacto entre ambos. A veces llegan a comunicarse indirectamente a través del mismo, mandándose mensajes a través de éste. El estudio realizado por la Universidad de Gales fue la primera base para que algunos perros comenzaran a tener casi la consideración de 'terapeutas caninos'. Desde entonces, son muchos los que han ayudado a conseguir una mejor convivencia en centros tan especiales como, por ejemplo, los penitenciarios. Sin duda, una muestra más de la grandeza de los animales.