Nuestro ego de humanos nos hace pensar que somos nosotros los que cuidamos y protegemos a los animales, pero esto en realidad no es del todo así. Ellos nos apoyan, nos acompañan, nos cuidan, nos quieren, nos protegen y nos recogen cuando estamos mal...

Los animales son los guardianes de nuestra alma. Se encargan de limpiar cualquier cosa negativa que intente alojarse en nuestro corazón, haciendo más fácil soportar el peso de la vida. Son los que nos arrancan una sonrisa en medio de las lágrimas, los que nos ayudan a liberarnos del estrés después de un duro día de trabajo, los que se sientan a nuestro lado y simplemente nos miran como si no existiese nada más. Nos protegen de caer al más profundo vacío y no es la primera vez que escucho a un paciente decir que si está vivo es en gran parte gracias a su animal.

Que solo él estuvo cuando nadie más lo estaba y que fue la razón para continuar. El que le obligó a salir a pasear, el que le dio sentido a su vida€Pero a los humanos nos cuesta mucho ver esto porque ellos lo hacen con tanta humildad, que nuestro ego y nuestra necesidad de poder y de superioridad nos impiden ver a los animales como lo que realmente son y lo que son capaces de dar.

Los animales que forman parte de mi vida, son los guardianes de mi corazón y de mi alma y son los que con su amor y su cariño me apoyan, me tranquilizan y me calman cuando más lo necesito. Su amor es el colchón que amortigua los golpes que me da la vida... Por eso, los humanos que nos relacionamos con ellos de forma sincera, sabemos que en la mayor parte de las ocasiones son seres especialmente importantes en nuestra vida y que su posición en ningún caso se relega por debajo de la de ninguna persona.

La misión de los animales en la vida de las personas es la de salvaguardar nuestro corazón de cualquier cosa que nos pueda afectar, inundando con su poderosa luz nuestro interior.