Estos días se estrena una nueva entrega de la película Dumbo, que, como ya hiciera la versión de Disney, cuenta la vida del elefante más famoso del mundo. Sin embargo, poca gente conoce su historia real.

La vida de Dumbo, que en realidad se llamaba Jumbo, empezó mal. En 1862 fue capturado en África siendo un pequeño elefante débil y enfermo. Pese a su estado, lo embarcaron rumbo al zoo de París y, más tarde, al de Londres.

Allí, conocedores de la relación emocional que mantienen los elefantes indios con sus cuidadores, pero recelosos del carácter más agresivo de los africanos, decidieron buscar alguien que se hiciera cargo de él pero a quien nadie echara de menos si lo aplastaba y mataba. Matthew Scott, sin familia ni amigos, fue el elegido para cuidarlo.

Pronto se estableció una estrecha relación entre ambos. Matthew, a base de pasteles y de dormir a su lado, se ganó su corazón y su estómago. Al principio todo fue bien, pero cuando Jumbo cumplió 20 años y era ya un elefante de casi cuatro metros de altura, enormes orejas y aspecto inmenso, su carácter comenzó a cambiar. De día, sin rechistar, transportaba a decenas de personas sobre su lomo arqueado por el peso, pero por la noche tenía terribles ataques de ira.

Hoy, gracias a la ciencia, sabemos que esos cambios de humor debieron ser provocados por la ingesta masiva de pasteles y su alto contenido en azúcar. Y es que los métodos de Matthew dejaban mucho que desear. Por ejemplo, para controlar sus enfados, lo emborrachaba con whisky cada noche. Así, Jumbo, sin quererlo, se convirtió en un elefante enfermo y alcohólico, enganchado emocionalmente a alguien para el que, en realidad, solo era una forma de ganar dinero.

Finalmente, el zoo decidió venderlo al circo de Barnum por 2000 libras de la época, una auténtica fortuna. Yumbo pasó, entonces, a vivir en un carromato viajando de ciudad en ciudad hasta que, en 1885, una locomotora lo atropelló causándole la muerte.

Sin embargo, su historia no acabó ahí. Barnum todavía vendió su cuerpo a un taxidermista que, sorprendentemente, encontró en su estómago centenares de monedas que le daba la gente a modo de golosina. En fin, está claro que, vista su vida, pocos animales han sido más famosos pero, también, pocos han sido peor tratados.