Que la población de elefantes se está extinguiendo es evidente. En sólo unos años hemos pasado de un millón de ejemplares a menos de la mitad. Sin embargo, todo esto ahora puede cambiar. Por fin tenemos buenas noticias al respecto.

Estos días hemos conocido como la Interpol, junto al Cesid y otras importantes agencias policiales, han colaborado en la desarticulación de varias redes dedicadas a la compra-venta y distribución de colmillos de elefantes por todo el mundo.

Evidentemente, no se hagan ilusiones, no ha sido porque, de pronto, a los principales gobiernos de los países desarrollados les haya importado un ápice la desaparición de los elefantes. Ni mucho menos. La explicación hay que buscarla en esa lucha mundial contra el narcotráfico que todas las policías intentan liderar.

El caso es que, gracias a la misma, se descubrió que entre las distintas actividades clandestinas que dichos grupos de narcos desarrollan, se encuentra también la venta de colmillos de elefante. Es normal. El precio astronómico que los mismos alcanzan en el mercado negro, muy por encima del millón de euros, debe ser un imán muy potente para el crimen organizado.

Lo más importante es que, partiendo de los datos anteriores, se inició una investigación usando los métodos científicos más avanzados. En este caso, se basaron en el ADN de los elefantes. Gracias a eso pudieron saber que los principales movimientos de colmillos se realizan desde tres puntos principales: Uganda, Kenia y Togo. Además, comparando las muestras con las obtenidas en los diferentes parques naturales de cada uno de esos países, se llegó a saber, incluso, en qué lugares concretos se produce el mayor número de cacerías.

Afortunadamente, las detenciones se están produciendo estos días como un cascabel. El golpe a estos grupos ha sido duro, pero no hay que engañarse, a estas alturas otros se estarán preparando para ocupar su lugar. De todas formas, esta investigación ha dejado importantes datos concretos que, ahora, podrán ser usados por los distintos Departamentos Oficiales y ONGs que operan en la zona, lo que resultará muy positivo en la protección de los animales. En cualquier caso, no deja de sorprender la magnitud de este negocio que, pese a mover ya cada año más de 30.000 millones de euros, sigue y sigue creciendo como si nada.