Quien maltrata a una persona, maltrata a un animal. Quien maltrata a un animal, maltrata a una persona. Esta es la historia real de un maltratador o, quizás, de todos.

Con un año vio a su padre golpear a su perro. Asustado, empezó a llorar. Ya estaba acostumbrado a que le pegara a él y al perro. Con cinco años, inseguro y muerto de miedo, él también comenzó a pegar al animal.

Dos años más tarde, cuando cumplió los siete, sus padres abandonaron a aquel perro. Su madre decía que era lo mejor para él. Se sintió aliviado pero culpable. Comenzó a autoagredirse y a insultar a todo el mundo.

Con diez años su comportamiento era provocador y agresivo. Tenía pánico. Combatía su miedo peleándose con todo el mundo.

A los once, sin autoestima alguna, lanzaba piedras a los pájaros. Intentaba hacerles daño. Presumía de ello ante sus amigos. Era arrogante y prepotente. A esas alturas, los problemas en el colegio eran constantes. Los profesores, alarmados, llamaron a sus padres y éstos le cambiaron de centro. Según ellos, habían cogido manía a su hijo.

A los doce años le regalaron una escopeta de balines. Con ella dejó cojos a más de una docena de animales. Sin embargo, fue a los trece cuando mató al primero. Se trató de un pobre gato indefenso. De una pedrada le arrancó la vida.

Un año más tarde encontró un perro y lo metió en una casa abandonada. Semanas más tarde, el animal murió de hambre.

Con quince años dejó de estudiar, si es que alguna vez lo había hecho.

A los dieciséis comenzó a robar perros y a esconderlos en un viejo almacén para venderlos. Un año más tarde le prendió fuego. Todos los animales murieron.

A los dieciocho comenzó a tener parejas. Con todas acabó mal. Con la última se peleó y la golpeó. Dictaron una orden de alejamiento. Meses más tarde, a la salida de una discoteca, la mató. Actualmente cumple condena en un centro penitenciario de donde, seguramente, saldrá igual que entró, sin respeto alguno a la vida.

Nota: Según todos los estudios realizados, la mayoría de asesinos condenados maltrataron animales en su niñez. La educación, como siempre, es la única solución.