Los animales sólo atacan cuando se despierta su instinto pero, desgraciadamente, los humanos nos encargamos de que éste duerma poco. Eso fue lo que ocurrió, por ejemplo, en la segunda guerra mundial, cuando un batallón de japoneses fue presionado por el ejército británico para que cruzaran un río repleto de cocodrilos. Más de 500 soldados murieron devorados por éstos.

Sin embargo, no se trató, ni mucho menos, de una excepción. En 1900, en la India, un leopardo fue herido por dos hombres con una trampa casera. Sus patas quedaron lastimadas y lesionadas de por vida. El animal, al no poder perseguir a sus presas, comenzó a morirse, literalmente, de hambre. Entonces, desesperado, empezó a matar personas para comer. Sólo lo hizo por hambre pero, pese a ello, acabó con la vida de más de 200 personas a lo largo de toda su existencia. Fue cazado en 1910. Su cadáver fue disecado y expuesto al público. Tenía sus patas completamente dobladas y deformadas.

Igual suerte corrió una tigresa en Nepal. Los hechos ocurrieron también a principios del siglo XX. El animal, por culpa de unos hombres que dañaron su dentadura siendo una cría, quedó impedida para cazar. Su única alternativa fue alimentarse de personas para sobrevivir. Se calcula que más de 400 murieron bajo sus garras. El tiro de un cazador acabó con su vida. Cuentan que, cuando éste vio su boca, horrorizado, maldijo a aquellos hombres por el estado en el que se la habían dejado.

Unos años más tarde, en 1915, en Japón, el protagonista fue un oso. Allí, un granjero le disparó a bocajarro cuando éste, hambriento, intentaba comer un poco del maíz de su granero. El animal quedó herido pero, huyó y consiguió curarse. Entonces, enfadado por el ataque recibido, decidió que se vengaría. A partir de ese momento, empleó sus 400 kilos de peso y sus dos metros y medio de altura para acabar con la vida de más de 500 personas. Al parecer, según algunos diarios de la época, arrasaba aldeas enteras sólo en busca de aquella persona que un día le disparó. Finalmente, fue el ejército japonés el encargado de aniquilarlo. Una vez muerto, le arrancaron su piel y la expusieron como trofeo de guerra.

Sin embargo, la peor matanza registrada de personas por parte de animales, sucedió en 1930 en Tanzania. Los autores fueron un grupo de leones. El motivo que causó su ira fue una cacería en la que hirieron de muerte al jefe de su manada y a algunas crías del grupo. Como respuesta, los leones atacaron todos los poblados de la comarca alrededor de Njombe. Se calcula que, en sus incursiones, acabaron con la vida de más de 1500 personas. Finalmente, los leones fueron cazados y disecados. Aún, hoy, el cadáver de muchos de ellos adorna los grandes salones coloniales de algunas de las familias más influyentes de la zona.

Son cinco casos reales y constatados de animales que, a lo largo de la historia, protagonizaron algunos de los peores ataques que se recuerdan. Durante los mismos, murieron más de 3000 personas. Sin duda, se trata de una cifra infinita que no admite comparaciones pero, pese a ello, queda lejos de los 7.000 millones de animales que, sólo cada año, mueren en el mundo en manos del ser humano.