Hace unas semanas, unos leones devoraban a tres ‘ecoterroristas’ dedicados a la caza furtiva de rinocerontes o, si lo prefieren, a tres asesinos mercenarios sin escrúpulo alguno en busca de dinero rápido a costa de la vida de animales en peligro de extinción ¿Les parece extraño que alguien se juegue la vida por eso?

Pues, desgraciadamente, no lo es. Verán, actualmente el cuerno de rinoceronte se está vendiendo y comprando por un millón de euros cada uno. Sí, han leído bien, un millón de euros por unidad.

Evidentemente, cada uno de esos cuernos luego es triturado y molido hasta que consiguen convertirlo en polvo. Posteriormente, son vendidos por gramos y distribuidos por toda Asia. Ni el precio de la cocaína es tan alto.

Lo peor es que la demanda está por las nubes y sigue subiendo. ¿Por qué? Pues porque hace unos años, otro ‘ecoterrorista’ empezó a hablar sobre los supuestos poderes curativos de los mismos. No crean, no era casualidad. Meses antes había recibido un cargamento de cuernos de rinoceronte que, durante el transporte, se había deteriorado y no podía venderlos como trofeos o adornos. El problema era grave. Había invertido todos sus ahorros en la compra de los mismos. Sin embargo, pronto encontró la solución. En realidad, todo podía ser sólo una cuestión de marketing:

-¿Qué es lo que más pide la gente? Salud, ¿verdad?

-¿Y qué enfermedad es, hoy en día, una de las más temidas? El cáncer, ¿verdad?

Pues ya está. Sólo necesitó mover por las redes la idea de que los cuernos de rinoceronte curaban el cáncer para que éstos, rápidamente, doblaran su valor y volaran de su almacén.

Desde entonces, la demanda no ha parado. De nada ha servido que las autoridades médicas ya hayan dicho que todo es mentira, que sólo poseen la queratina propia de un hueso y que, en definitiva, no curan. Da igual. Ya todo está perdido. Actualmente, los furtivos que matan, los mayoristas que distribuyen y los comerciantes que venden se están literalmente forrando a costa de la vida de esos animales.

Por eso, hace unas semanas morían esos furtivos en la reserva de Sibuya, en Sudáfrica. Lo hacían por dinero, por mucho dinero. Fíjense, por tanto, que ya nadie podrá salvar la vida del rinoceronte que ese día iban a matar. Mañana o pasado otros cazadores acabarán con él.

Es la ley de la oferta y la demanda, mientras el mercado pague un millón de euros por la vida de un animal, les aseguro que los asesinatos no pararan.