Su publicación trajo una auténtica revolución. Muchos se posicionaron a favor, pero, también, muchos otros lo hicieron en su contra. A él no le importó. Lo conozco bien y sé de su sinceridad a la hora de decir lo que piensa. Por eso, siguiendo su ejemplo, creo que todos deberíamos preguntarnos si, realmente, somos animalistas.

Lo primero sería saber qué significa serlo. De forma general, podemos decir que se trata de personas que defienden y protegen a los animales, que promueven sus derechos e, incluso, que intentan llevar una vida acorde con sus pensamientos.

A partir de ahí, las preguntas son muchas. Por ejemplo: ¿Es imprescindible ser vegano para ser animalista?, ¿Ser más o menos animalista depende de las publicaciones que, al respecto, realices en las redes?, ¿Si tienes perros de raza, salvo los galgos que sí son aceptados por el constante maltrato que sufren, no eres animalista?, ¿Si no acudes a las manifestaciones antitaurinas, no eres animalista? Es más: ¿Si no te alegras de la cornada de un toro a un torero, no eres animalista?

Que respondas en uno u otro sentido, para algunos, te incluye en el grupo o te excluye para siempre. Sin embargo, creo que, actualmente, es un error convertir este movimiento en excluyente. Hay tantos animales viviendo en pésimas condiciones, tantos que son abandonados, tantos con los que se trafica e, incluso, tantos que mueren en fiestas populares, que nadie que quiera ayudar a un animal sobra.

En todo caso, lo único que en el animalismo sobra son los radicalismos. Hacen daño las manifestaciones deseando el mal a alguien, como las que esta misma semana en otro vídeo denunciaba estar recibiendo el propio Frank. ¿Eso es lo que han aprendido de los animales esos «pseudoanimalistas»? Los animales nos enseñan a luchar por lo que creemos sin hacer daño a nadie. Ellos deben ser nuestro mayor ejemplo.

Así que, si ser animalista es insultar, amenazar y lanzar desde un teclado descalificaciones a diestro y siniestro, entonces, yo tampoco soy animalista. Pero, si ser animalista es defender su bienestar y su protección, llevando en una mano la ley y la justicia y, en la otra, la razón y el corazón, entonces, yo sí soy animalista y, por cierto, estoy convencido de que Frank Cuesta también lo es.