El accidente ocurrido recientemente en la provincia de Albacete ha despertado algunas conciencias respecto de lo que implica la utilización de animales en los circos. Los animales no sólo viven en cautividad y alejados de su entorno, sino que sufren todo lo que puede conllevar el circo -comportamientos antinaturales, imposibilidad de desarrollarse, entrenamientos, cadenas?- y están expuestos a viajes interminables por carretera en habitáculos que no están adaptados a sus necesidades y que, en muchas ocasiones, no garantizan su seguridad. Precisamente en el transporte de estos animales es donde nos encontramos con un sufrimiento mayor, como es el aumento del estrés y la ansiedad (téngase en cuenta que viajan en un habitáculo cerrado y en movimiento), así como la escasa seguridad de estos transportes, tanto para los propios animales como para el resto de conductores. La seguridad no está en absoluto garantizada, ni para estos animales ni para los conductores, desde el momento en que éstos, como ocurrió recientemente, quedan en medio de la calzada, traumatizados y heridos o, incluso, fallecidos. ¿Alguien se imagina circular por una autovía y encontrarse varios elefantes en el arcén?

La cuestión no sólo supone un tema de protección o bienestar animal sino de seguridad pública. Lo peor es que estos incidentes no resultan un hecho aislado. Según el Eurogroup for Animals, en 22 años ha habido más de 300 accidentes de tráfico en los que se han visto implicados más de 600 animales de circo, lo que equivale a quince accidentes anuales de estas características. ¿La solución? Prohibir la utilización de animales en los circos, garantizar un futuro para estos animales y la seguridad de las personas. Ellos merecen otra vida.