Y no quiero entrar en polémicas al respecto. Da igual lo que cada uno piense. Nadie puede frenar el futuro. Desde hace años las empresas más avanzadas de alimentación de todo el mundo han puesto su foco principal de investigación en sustituir la carne habitual por carne fabricada en laboratorio, y no hay más.

Hasta ahora habían conseguido grandes cosas como, por ejemplo, igualar los aportes energéticos de ambas, pero nunca su textura y sabor. Sin embargo, todo llega. Hace cuatro años una universidad holandesa puso sobre la mesa la primera hamburguesa creada a partir de células de animales, obtenida sin sacrificio de animal alguno. El éxito fue total. Además de los aportes habituales antes citados, ¡atención!, por primera vez el paladar de los comensales no las distinguía.

Esas primeras hamburguesas dieron paso a la creación de todo tipo de «carnes» fabricadas en laboratorio. Desde chuletones, pasando por los clásicos bistecs y entrecots, hasta las típicas albóndigas. Estas últimas, por cierto, son ya la especialidad de una empresa estadounidense llamada «Memphis meats», que, desde su página web, anima a acabar con las masacres de animales y a construir un mundo mejor.

Hoy en día, los investigadores e ingenieros genéticos de todo el mundo ya no lo dudan, en unos años sólo se consumirá este tipo de carnes que, aunque hoy en día aún son caras, para entonces serán, incluso, de menor precio que las convencionales.

¿Se cerraran entonces los mataderos de animales para alimentación? Sí, sin duda. ¿Y correrán la misma suerte las explotaciones ganaderas? Pues probablemente, a no ser que se reinventen y comiencen a especializarse en otro tipo de producciones sostenibles o, incluso, educativas o lúdicas, como las granjas escuelas o la hostelería. No les quedará otra.

Lo importante es que todo esto va a suponer un cambio sustancial a todos los niveles. Será el fin del sacrificio de millones de animales cada año y, sin duda, el principio de una nueva era en la que, por fin, el respeto a la vida será infinito.