La regulación actual relativa a los circos con animales es local, en la medida en que un municipio puede prohibir la instalación de circos que utilicen animales en su territorio así como su puesta en funcionamiento. Dicha prohibición puede constar en la correspondiente ordenanza municipal o tratarse de una decisión institucional, moción, etc. Sólo dos comunidades autónomas lo prohíben a nivel autonómico y son Cataluña y Baleares, en la reciente aprobada ley de protección animal. Existen cada vez más municipios contrarios a estas prácticas que prohíben los circos con animales.

Los motivos son varios. En primer lugar, el hecho de que los animales pasen la mayor parte de su vida enjaulados, fuera de su hábitat natural o entorno, lo que produce un evidente detrimento de su calidad de vida (si la tienen). Las jaulas no cumplen las necesidades de los animales, limitan sus movimientos, su libertad, y les provocan un estado de ansiedad y tristeza insuperables. Otro de los motivos por los que se aboga por la desaparición de los circos son los métodos de entretenimiento de los animales. Evidentemente, un animal salvaje no va a realizar

comportamientos antinaturales para su especie si se lo pides por favor, sino que sus trucos derivan de castigos y malos tratos, no sólo físicos, sino también psicológicos. Considero que a ninguno se nos escapa la naturaleza de dichas prácticas, cuestionables incluso desde los estándares mínimos de protección animal. Insisto que privar a estos animales de su libertad e imponerles comportamientos antinaturales ya es de por sí motivo suficiente para prohibir los circos con animales. Finalmente, nos encontramos con otro elemento: la falta de seguridad en el hecho de que los animales son transportados en sus jaulas por los distintos municipios, localidades e incluso países; jaulas que no garantizan una total seguridad, puesto que deben ser ligeras y desmontables para viajar de un sitio a otro, lo que aumenta los riesgos. De igual forma, el uso de animales salvajes durante el espectáculo, añadido al nivel de estrés que sufren, suponen un riesgo para la población en cuanto a que pueden producirse accidentes o incluso protagonizar huidas.