Todos los días hay noticias de animales que son rescatados, pero también todos los días ellos nos rescatan a nosotros de nuestras mayores miserias. Los animales humanizan a las personas. Por eso, siempre me pregunto: ¿quién ayuda a quién?

Desde hace meses son continuos los casos de rescates de animales que están en peligro. En realidad, cada uno de esos casos -pese a que su origen está en el maltrato que aún sufren- es también la demostración de que los animales están ganando la batalla del respeto en la sociedad. Ya nadie se plantea no hacer nada para salvarles cuando realmente lo necesitan, pero, ¿quién ayuda a quién?

Los animales llevan toda la vida entregándonos la suya. Lo hacen arriesgando su piel por la nuestra en el caso de los perros policía o de rescate, sí, pero también lo hace el perro o el gato que tenemos en nuestra casa.

Estos días ha sido noticia la puesta en marcha de un programa pionero en el Hospital de Ibiza para que las personas ingresadas puedan recibir la visita de sus animales de compañía. Casi 40 años ha costado que se empiece a llevar a cabo en España lo que comenzó a realizarse en el Reino Unido allá por los años 80 bajo el nombre de Pat Dog Cheme. Por aquel entonces, el Hospital Universitario de Leicester decidió autorizar la visita de animales de compañía a pacientes ingresados en el mismo. Los resultados fueron sorprendentes y todos positivos. Las personas soportaban mejor los tratamientos, las dolorosas curas y, en general, la estancia en el hospital, pero no fueron solo éstos los que se vieron beneficiados por la presencia de los animales, también lo fue el personal. Se consiguió, por ejemplo, mejorar el ambiente de trabajo y, en general, disminuir los conflictos entre trabajadores.

Así que el hospital decidió dar un paso más e incorporar a la plantilla de terapeutas, nada más y nada menos, que a un perro. Se trató de un labrador que, por cierto, también revolucionó el centro. ¿Y qué consiguió? Pues, entre otras cosas, llenarlo de unos visitantes muy especiales: de niños. Su alegría, su vitalidad y sus ganas de jugar hicieron que se multiplicaran las visitas de los nietos a sus abuelos. En definitiva, humanizó el hospital.

Por eso, cuando escucho alguna noticia de que alguien ha salvado la vida a un animal, siempre me emociona y me causa una infinita alegría porque, en el fondo, ellos salvan la nuestra cada día.