Es hija de una familia de clase media. Sus padres tenían una tienda de ultramarinos y trabajaban duro. Su infancia la pasó haciendo los deberes en casa de Rosa, su abuela paterna, que era invidente y le gustaban los toros. Entre deber y deber, la niña Nieves fue sus ojos: describía a su abuela las corridas de San Isidro. Así se aficionó Nieves Álvarez (Madrid, 1974) a los toros. Luego se apasionó por la moda. Tanto, que su madre, a regañadientes, le dejó formarse para ser modelo. Con 17 años y 1,86 metros de estatura quedó finalista en el concurso The Look of the Year, viajó a Nueva York, dejó de estudiar Ciencias Políticas y triunfó en el mundo de la pasarela: desfiló para Yves Saint Laurent, Christian Dior, Hermès y Armani.

Antes de todo ello, Nieves, que sigue trabajando como modelo y este verano ha cumplido cinco años al frente del programa Flash Moda, de TVE, sufrió y lo pasó mal, muy mal. También su familia. Lo reconoció en el libro Yo vencí la anorexia (Temas de Hoy, 2001). Tenía 14 años cuando la padeció. Temía las reuniones familiares en torno a la mesa, odiaba la comida, lloraba cuando le decían que tenía que acabar el plato. En su libro cuenta una historia muy dura con un lenguaje muy simple. Durante la promoción declaró: "Me di cuenta de la gravedad de mi enfermedad cuando estuve a punto de morir. Me ingresaron por urgencias y pesaba 42 kilos. Esa semana de hospital me hizo tocar fondo".

La moda no tuvo la culpa de su anorexia, fue su medicina. Estaba aburrida de la monotonía de su vida y llena de inseguridades cuando cayó en la enfermedad, y el mundo de la moda la llenó de ilusión. Por fin hacía algo que quería.

¿Cree en el más allá? ¿En que hay vida tras la muerte?

-Siento confesar que estoy más interesada en vivir mi vida presente y en disfrutar al máximo de ella que en preocuparme por la que pueda esperar o no en otra vida si es que la hay.

Ha sentido tristeza, soledad y vacío con la muerte de seres queridos, pero no la teme.

-Ni me asusta ni le tengo miedo, y espero que esté lejana. Es el fin biológico de la vida. Me entristecen más las personas que están muertas en vida.

No hace planes para el mañana porque no le gusta, ni se pregunta qué será de su vida. Pero sí deja dicho en su epitafio: "No busqué vivir mi vida como un cuento con final feliz, sino ser feliz sin tanto cuento".

Toda una declaración de principios.

1. Si supiera que mañana es el último día de su vida, ¿qué haría? ¿Cómo lo pasaría?

Disfrutaría cada minuto con mis seres queridos y me reservaría un par de horas para hacer deporte y llegar en good shape a la otra vida. ¡Nunca se sabe quién te puede estar esperando allí!

2. ¿Qué le hubiera gustado hacer y ya no podrá porque no tendrá tiempo?

Visitar Bután, y por supuesto me habría gustado acompañar a mis hijos en su vida.

3. ¿Qué aconsejaría a los que se quedan?

Que disfruten de cada minuto como si nadie les estuviese mirando y con la responsabilidad de que les miran las personas que les quieren.

4. ¿Cómo diría que fue su vida?

Como una carrera de fórmula uno. A gran velocidad, derrapé en algunas curvas, pero supe enderezar y llegar a la meta orgullosa y con una sonrisa.

5. ¿De qué está más orgullosa?

Sin duda, de mis tres hijos.

6. ¿Se arrepiente de algo?

Sólo me arrepiento de aquello que no hice y del daño que he podido causar sin darme cuenta.

7. ¿El mejor recuerdo de su vida?

Si tengo que quedarme con un recuerdo de tipo laboral, sin duda mis vivencias con Yves Saint Laurent y el recuerdo más bonito de mi vida: traer al mundo a mis hijos.

8. ¿Cuál sería el menú de su última cena?

La paella de mi madre, sin duda, y una botella de Rosé de Murrieta

9. ¿Se iría a dormir?

No dormiría, mejor me llevo un buen corrector de ojeras a la otra vida.

10. ¿Cuál sería su epitafio?

Las carcajadas en mi vida las quise como a mis tacones, ¡cuanto más altos, mejor! No busqué vivir mi vida como un cuento con final feliz, sino ser feliz sin tanto cuento.