El actor bilbaíno, de 39 años, se dio a conocer en el teatro, con 'Cabaret', pero fue el éxito televisivo de series como 'La fuga' o 'Velvet' lo que le dio más proyección. Ahora llega su momento cinematográfico, con el nuevo trabajo de Julio Medem y la reciente versión de 'Bodas de sangre'. A su vez, continúa paseando por todo el país su premiado espectáculo unipersonal 'El intérprete'. En él homenajea a los grandes: desde Gardel hasta David Bowie, pasando por Chavela Vargas.

¿Qué le divierte?

Comer y beber. Y descubrir a la gente. Como hijo único, siempre ando buscando la hermandad.

¿Qué música disfruta?

Soy ecléctico. Desde el pop hasta Bach. Toda la que es honrada.

¿Qué es para usted un intérprete?

Es un ser que pone su voz, su cuerpo y sus emociones al servicio de lo que quiere expresar. Traduce los sentimientos para que lleguen al receptor. Al que observa.

¿Y ese que encarna ahora sobre los escenarios qué tiene de particular?

Me ha ayudado a descubrir quién soy realmente. De hecho, estoy más cómodo siendo él que en la vida real. Me resulta árida esta sociedad.

¿Se ve como un showman?

No solamente, pero es un término que me divierte si no se refiere a alguien que se queda en la forma, en el puro entretenimiento. Me gusta escudriñar y embarcarme en aguas profundas. Soy un currante enamorado de mi profesión.

¿Se considera descarado?

Y eso que soy muy pudoroso. Pero el ridículo es una de las herramientas esenciales con las que un actor debe trabajar. Si algo te da vergüenza, es que hay que explorar en ese lugar. Alguna cosa se esconde por ahí.

¿Qué le debe a Cabaret?

Fue un sueño cumplido que me dio visibilidad y me sirvió para comprobar que no me había equivocado de camino. Su música me ha acompañado siempre. De niño ya lo escuchaba en mi casa.

¿Abrirse camino en el cine es otro de sus sueños?

Claro. Y parece que empieza a llegar. Siempre he sido seguidor de Julio Medem, y Federico García Lorca ha sido una luz en el camino durante toda mi vida. Estas cosas sirven para recordarme lo afortunado que soy.

Trabaja en televisión, ¿pero la ve?

No me gustan nada los programas. Las series, sí. La mía, Velvet, me apasiona. Veo 'Padre de familia' porque me hace reír, y hago zapping al final del día para dejar la cabeza muerta antes de irme a la cama.

¿Cómo es su casa?

Humilde. Vivo en un barrio obrero al que no llegan los planes de limpieza del Ayuntamiento de Madrid. Guardo en ella cosas de toda la vida y otras que voy encontrando por ahí. Tiene una terracita maravillosa, y en las noches de calor duermo en ella. Y a veces está llena de gente, y otras no.

¿Qué le enfada?

Los que me gritan en medio de la calle: "¡Oye, tú quién eres, que tu cara me suena!", como si fuera un mono de feria. Pero, sobre todo, la falta de empatía de este Gobierno. Que haya gente que se enriquece sin que nadie le ponga freno y, por otro lado, que haya tanta gente pasando hambre.

¿Y qué hay que hacer para que se le pase?

Darme cariño y ya está. Tengo muy mal pronto; terrible, de arrasar. Pero se me pasa en cinco minutos, y no me cuesta pedir perdón.

¿Adónde le lleva su road movie personal?

Espero que a la falta de prejuicios. Y a ayudar a que se entienda que la cultura es importante, porque es la madre de la empatía.