2014 ha sido un año grande para una mujer que no deja de sorprender. Al taquillazo de ´Ocho apellidos vascos´ y los premios de ´Kamikaze´ le ha seguido ´Los Mácbez´, versión libre del clásico de Shakespeare en la que encarna a Lady Macbeth,

"un personaje tan atractivo como agotador".

-¿Dónde reside la grandeza de un clásico como Macbeth?

-Los clásicos son clásicos porque son inmortales, atemporales, y Shakespeare recoge la condición del alma humana como nadie. Macbeth siempre ha estado de rabiosa actualidad, y más ahora, con todas las cosas que están aflorando. Es una obra que habla del poder, de la insatisfacción que produce el poder cuando se tiene, de la corrupción... Aquí se llega a matar. Nuestra versión cambia los reyes por políticos. Shakespeare fue un visionario.

-¿Qué fue lo que le atrapó al leer esta versión de Juan Cavestany?

-La cercanía. A veces cuando las cosas se ven tan cerca giras la cabeza, no te gusta verlas. Nosotros hemos pasado el reino de Escocia a la Xunta, dos comunidades con grandes paralelismos, pero no es una versión tan libre, es un Macbeth puro y duro: los mismos personajes, las mismas situaciones, las mismas muertes, las mismas palabras. Lo que ocurre es que en vez de brujas son meigas, hay personajes que de repente hablan en gallego y en lugar de la figura del rey hay una figura política. Esas son las libertades que Cavestany se ha permitido.

-La obra se plantea hasta dónde es capaz de llegar un ser humano para conseguir lo que ambiciona... ¿Es usted ambiciosa?

-Puedo ambicionar vivir de lo que quiero vivir pero no a cualquier precio. Me conformo con lo que me pasa porque es lo que deseaba que me pasara. Pero no sé si la palabra ambición está en mi vocabulario y sé que es una buena palabra.

-¿Es Carmen Machi una mujer de marcarse metas y objetivos o prefiere vivir el día a día?

-Soy más del día a día. Siempre me he dejado llevar con lo que la vida me ha ido dando y la verdad que hasta hoy lo he disfrutado mucho. No sé qué pasará mañana

-Hoy toca saborear los éxitos de este 2014: Ocho apellidos vascos, Kamikaze y ahora Los Mácbez.

-Pues sí. A día de hoy disfruto con lo que hago, hago lo que quiero y... ¡funciona! Qué más puedo pedir. Todo muy fácil

-¿Soñaba con Lady Macbeth?, ¿era un papel que anhelaba?

-Para nada. Yo nunca pienso en papeles. Cuando empecé a meterme en harina, descubrí que el de Lady Macbeth es un personaje tremendo. Ha pasado a la historia del teatro como un personaje secundario, y en realidad es coprotagonista absoluta. En nuestra versión tiene más presencia pero Shakespeare se la carga a mitad de la función. Es un personaje muy complejo, sin duda.

-A pesar de esa complejidad le habrá brindado satisfacción.

-Todas las satisfacciones. Los personajes complicados son los que te dan las grandes satisfacciones. Los más sencillos, aburren. Normalmente trato, de manera casi inconsciente, de encarnar personajes o que nunca he hecho o que no se parecen en nada con lo último que haya hecho o que tengan un lenguaje vertiginoso. Eso es lo que me pone. Si carecen de dificultades no me atraen y Lady Macbeth las tiene todas. Su complicación es tan atractiva como agotadora.

-En Los Mácbez todos ambicionan ser presidente. Como decía Tola, ¿qué haría usted si fuera presidenta?

-Yo no sería presidenta, ni de coña. Como actriz me gusta hacer personajes a los que les ocurren cosas que a mí nunca me gustaría que me ocurrieran. Es muy raro que me encuentres similitudes con un personaje mío y si las hay, trato de ocultarlas. Pero desde luego, yo presidenta, no. Y menos con esta (Lady Macbeth), que es capaz de matar a diestro y siniestro. Sin llegar a matar, hay gente que ambiciona tanto poder y no sé muy bien para qué. ¿Qué hacen luego con todo eso? Nada. Acabar en la cárcel. Es lo que suele pasar. Cuando nada te sacia, debe ser espantoso.

-¿El actual presidente de España estaría en el lado oscuro, como los Macbeth?

-Ni idea, yo de esas cosas no hablo. Yo estoy haciendo ficción. Esta función no habla de política, así que yo no voy a entrar en política.

-¿De aquí a cuatro siglos seguiremos cometiendo los mismos errores o es optimista ante la condición humana?

-Yo creo que ni Shakespeare se imaginaba que lo que escribió iba a seguir vigente cuatro siglos después. Me imagino que sí, que seguiremos igual, es ley de la naturaleza. Es fuerte pero es verdad. Nos parece una barbaridad la Segunda Guerra Mundial... y está a punto de caer otra. Supongo que esto es cíclico y tiene que seguir ocurriendo. Por eso los clásicos hay que actualizarlos o al menos mirarlos, revisarlos.

-¿Siente el teatro como una necesidad?

-Sí, es que no he hecho otra cosa en mi vida. Es como el pan de comer. Aunque afortunadamente trabajé en otros medios, nunca me he despegado del teatro. Me cuesta mucho no estar haciendo teatro. El teatro me produce una manera de vivir. Me gusta compartir la experiencia del teatro con otra gente, diversa, que me aporta cosas extraordinarias. El teatro me carga mogollón, me da energía. A mí me gusta cuando el teatro es catárquico. Me gusta sacudir al espectador. Al público le tiene que pasar algo, tiene que reaccionar, de la manera que sea, pero le tiene que pasar algo, incluso en la comedia más comercial del mundo. Con el IVA tan carísimo que tenemos, tiene que pasarles algo.

-¿Es cierto que hay personajes que pesan mucho, como una losa?

-Los personajes pesan muchísimo, son un coñazo. El personaje tiene su lugar y tampoco hay que llevárselo a la cama porque no hay que darle muchos datos. La caña hay que tomársela sola, o con los compañeros, pero que él no venga. El personaje es de mentira, y tú, de verdad. Hay personajes que marcan, como el de Aída, pero marcan a la gente, no al actor. El actor sigue su vida.

-¿Se ha recuperado ya de la resaca placentera de Ocho apellidos vascos?

-Que dure la resaca. Ojalá pase muy a menudo, como ahora con El niño, porque es positivo para nuestro cine. Que haya colas para ver nuestro cine es insólito. El fenómeno de Ocho apellidos... es increíble, no tiene explicación y tampoco hay que buscarla.