Eso es lo que se desprende de cartas hasta ahora inéditas de Regina Fischer, que falleció de cáncer en 1997, y de las que informa hoy el diario "The Times".

Las cartas arrojan nueva luz sobre el precario estado mental del ajedrecista y su obsesión de ganar al soviético Boris Spassky en el famoso combate que ambos mantuvieron en 1972 en Reikiavik.

Fischer no supo nunca quién había sido su padre real y presentía el hecho de que su madre fuese una comunista muy activa y constantemente vigilada por el FBI norteamericano.

Aunque rechazada por su hijo y angustiada por la separación, Regina Fischer siguió de cerca su carrera e incluso viajó a Islandia disfrazada con una peluca rubia para ser testigo de su victoria sobre Spassky pese a que aquél le había prohibido que fuera.

Entre 1957 y 1960, Regina Fischer se carteó regularmente con Joan Rodker, periodista, fotógrafa y cineasta ya jubilada, a la que hizo partícipe de su dolor de sentirse repudiada por su hijo.

Las dos mujeres, ambas comunistas, se habían conocido mientras vivían en Moscú en los años treinta, y mantuvieron la amistad toda su vida.

"Me he dado cuenta de que no soy muy necesaria ni útil para Bobby y que mi presencia incluso le irrita", escribió Regina Fischer a su amiga en 1959.

Cuando a la edad de 14 años, Bobby Fischer se proclamó campeón de Estados Unidos, su madre escribió a Rodker una carta en la que le describía como un chico "temperamental, incapaz de llevarse bien con otros, sin amigos de su edad y sin otros intereses que el ajedrez".

Para cuando Fischer cumplió 16 años, su madre decidió dedicarse a la medicina y dejar que su hijo viviese solo en el apartamento que tenían en Brooklyn (Nueva York).

"Parece terrible que una madre abandone así a su hijo, pero probablemente él sea más feliz. Tal vez esté mejor sin que yo le diga continuamente que haga deporte, que coma y haga sus deberes escolares o se acueste antes de la una de la noche", escribió en otra carta.

En una entrevista que concedió a la revista "Harper's" en 1962, Bobby Fischer confesó que no le gustaba que su madre estuviese siempre encima, por lo que tuvo que "desembarazarse de ella".

A pesar de la separación, Regina Fischer siguió luchando por su hijo y viajó a Washington para organizar una protesta en solitario de cinco horas frente a la Casa Blanca para instar al presidente de EE.UU Dwight Eisenhower a que permitiese a un equipo de ajedrecistas norteamericanos, encabezado por Bobby, viajar a la Alemania del Este.

Según Joan Rodker, que ha cumplido mientras tanto 92 años, el resentimiento de Bobby Fischer se debió a la obsesión activista de Regina, que a sus ojos no había sido una buena madre.

"Era una comunista ardiente para quien la Unión Soviética no se equivocaba nunca. Y eso explica que Bobby estuviese tan ferozmente opuesto a ese país", recuerda Rodker.

"Creo que su odio se debe a que en cierto modo sentía que no era su madre. Era una mujer muy inquieta, que creaba continuamente alboroto. En su bloque de apartamentos siempre estaba protestando", agrega la amiga.

Fischer creció sin un padre a su lado. Oficialmente, el padre era Hans-Gerhardt Fischer, un alemán que luchó con las brigadas internacionales en la guerra civil española y que vivió algún tiempo con Regina, nacida en Suiza de padres judíos polacos, de la que se divorció en 1945.

Según la documentación publicada en 1997 por el FBI sobre Regina Fischer, es posible que la pareja se separase en 1939, cuatro años antes de que naciera Bobby, y que éste fuera en realidad hijo del físico húngaro Paul Nemenyi, sospechoso de comunismo por las autoridades estadounidenses, pese a que trabajaba en el proyecto norteamericano de fabricación de la bomba atómica.