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La región escondida en el sureste de España que parece un oasis en pleno Sahara, pero está en Murcia

Fue el último refugio de los moriscos en la Península Ibérica

Azud de Ojós desde el mirador Alto de Bayna

Azud de Ojós desde el mirador Alto de Bayna

Uno de los paisajes más hipnóticos y oníricos que existen es el del oasis en el desierto. Esas manchas verdes que emergen de la nada y donde el agua rompe el silencio de la arena evocan a una promesa: un lugar donde la vida florece y se multiplica contra todo pronóstico. En el imaginario colectivo los oasis son mucho más que accidentes geográficos: representan la abundancia, el descanso y la esperanza.

Lo curioso es que sin necesidad de cruzar el Mediterráneo ni adentrarse en el Sáhara, en el sureste de España hay una comarca que encarna a la perfección esa idea de oasis. Se llama Valle de Ricote y está en la Región de Murcia. Quien lo ve por primera vez tiene la sensación de haber tropezado con un espejismo verde: una sucesión de huertas, norias, palmerales y pueblos blancos encajados entre sierras áridas que recuerdan más al norte de África que a Europa.

Valle de Ricote

Valle de Ricote / Cardinalia Comunicación

Un paisaje morisco que resiste al tiempo

El Valle de Ricote fue el último refugio de los moriscos en la Península Ibérica y esa herencia aún late en sus calles estrechas y en los sistemas de riego que continúan distribuyendo el agua del río Segura como hace siglos. Las acequias, los partidores y las norias son auténticos monumentos hidráulicos que sostienen la vida de este valle desde la Edad Media.

En Ricote el pueblo que da nombre a la comarca, todavía se percibe ese aire oriental en sus callejuelas y en la armonía de sus construcciones. Desde lo alto el antiguo castillo de Los Peñascales se confunde con la roca, como si el paisaje y la historia fueran uno solo. Y a sus pies la “olivera gorda”, con un tronco de seis metros de perímetro guarda la memoria de los siglos y las leyendas.

Canales de riego de origen árabe

Canales de riego de origen árabe / LO

El corazón verde de Murcia

El valle está compuesto por siete pueblos (Ricote, Ojós, Blanca, Abarán, Ulea, Villanueva del Río Segura y Archena) cada uno con su propio carácter, pero todos unidos por el mismo hilo: el agua.

En Blanca el mirador del Alto de Bayna ofrece una de las vistas más impresionantes de la Región de Murcia: el embalse, el río y los huertos que parecen flotar entre montañas ocre. En Abarán la llamada Ruta de las Norias permite recorrer un sendero de más de cuatro kilómetros entre huertas y canales centenarios, donde aún se escucha el rumor de las norias al girar.

Ojós conserva el encanto de un pequeño caserío morisco con callejuelas encaladas y un museo singular, el Museo de Belenes del Mundo que reúne piezas de los cinco continentes. Muy cerca el Estrecho del Solvente (declarado Bien de Interés Cultural) ofrece un espectáculo natural de desfiladeros, acequias y un puente tibetano suspendido sobre el río Segura.

Vegetación exhuberante en contrasta con la montaña

Vegetación exhuberante en contrasta con la montaña / LO

Donde el desierto florece

El contraste es lo que más impacta al visitante: un mar de limoneros, granados y palmeras rodeado de montañas casi desérticas. Esa convivencia entre lo seco y lo fértil, entre lo árido y lo exuberante, hace que el paisaje parezca un milagro geológico y humano a la vez.

Los musulmanes supieron leer el territorio y convertirlo en un vergel y siglos después el valle sigue funcionando como un delicado equilibrio entre naturaleza y trabajo humano, un ejemplo de sostenibilidad ancestral que, sin proponérselo, se ha convertido en símbolo de resiliencia.

En la entrada sur del valle Archena acoge uno de los balnearios más antiguos de España. Sus aguas termales, ya utilizadas por íberos y romanos, brotan a más de cincuenta grados y hoy alimentan un moderno complejo que combina descanso, historia y bienestar.

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