El Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, en plenos Picos de Europa, esconde verdes y grises de hierba y caliza recortados sobre el azul del cielo asturiano, a veces velado tras una fina bruma. Fresca fronda, agrestes karst, profundas simas o jous y vertiginosos valles serpenteados por valerosos ríos de montaña conforman, en sublime armonía, un paisaje extraordinario.

Don Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa, parlamentario de principios de siglo XX y amante de estas cumbres, afirmó en su momento que la Naturaleza se le apareció aquí "como un templo". Esta y otras frases están cinceladas en su lápida, colocada en el Mirador de Ordiales, en pleno macizo occidental de los Picos o de Cornión, a 1.745 metros de altitud. Pidal fue el primer escalador, junto con Gregorio Pérez El Cainejo, del pico Urriellu o Naranjo de Bulnes, el 5 de agosto de 1904.

Embriagado por el entorno de los Picos de Europa en Asturias que tan bien conocía, intervino para impulsar la Ley sobre Parques Naturales en España, logrando, con el apoyo del rey Alfonso XIII, que se reconociera, el 22 de julio de 1918, a esta parte de los Picos como Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, el primero de España.

Lagos de Covadonga

En este entorno se encuentran los famosos Lagos de Covadonga, siendo los más conocidos el Enol y Ercina. Aquí, las áreas de roquedo, sin apenas vegetación, situadas en altitudes superiores a los 1.500 metros, coronan el espacio que comparten con los valles, pastos y bosques, tapizados de hayas, tilos, robles, castaños y las especies arbustivas y florales de alta montaña que colorean praderías y cumbres.

Los cielos son surcados a menudo por aves como el quebrantahuesos, los buitres y todo tipo de rapaces. Y en los Lagos se ven ánades y fochas en sus aguas y chovas y piquigualdas en las praderas próximas. Igualmente, encantador es el paseo amenizado por la presencia de las especies domésticas: las vacas de raza casina y el sonido de sus esquilas, y las ovejas y las cabras de las que se obtiene la leche para la elaboración de los deliciosos quesos de la zona. En relación a la fauna salvaje, que no se deja ver fácilmente, el urogallo, especie en peligro de extinción, es el ave más exótica del Parque. El rey del lugar es, sin duda, el rebeco, que convive con el jabalí y el zorro y, en menor medida, con el lobo.

El origen de todo

En el año 722 se produjo en el entorno de la Cueva de Covadonga la batalla que marcó el inicio de la Reconquista y la expulsión de los musulmanes de España más de siete siglos después, en 1492. Pocos centenares de cristianos (astures, vascones y cántabros) derrotaron al numeroso ejército musulmán en este espectacular enclave. Su líder era un guerrero godo, Don Pelayo, que, según cuentan las crónicas, tomó dos ramas de roble, las ató en forma de cruz y la blandió al cielo dando gracias por el apoyo divino para conseguir la victoria ante el enemigo invasor. Lo hizo en la cueva en la que se refugiaba para rezarle a la pequeña virgen visigótica.

Desde entonces, la imagen de la Santina de Covadonga preside la Santa Cueva que, junto con la Basílica (inaugurada en 1901), son los dos puntos clave para la visita, amén del magnífico telón de fondo del monte Priena como escenario silencioso de aquella batalla, coronado por una cruz que lleva este nombre. Entre los pueblos aledaños a Covadonga, Cangas de Onís, primera capital cristiana de Asturias. En esta "Mínima urbium, máxima sedium" (la más pequeña ciudad fue la máxima sede) se encuentra, como tránsito entre los concejos de Parres y Cangas, el emblemático puente del que cuelga una gran Cruz de la Victoria. Una postal eterna y muy simbólica, como todo el significado que encierra el Parque Nacional de la Montaña de Covadonga.

Más información:

Oficina de turismo de Cangas de Onís Casa Riera, Avenida de Covadonga 1 (enfrente del puente Romano)

Teléfono: 985 848 005

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