Una bola de fuego que ardió en los cielos de Papúa Nueva Guinea en 2014 era en realidad un objeto que se movía rápidamente y provenía de otro sistema estelar, según afirmó el Comando Espacial de los Estados Unidos (USSC). Antes de estrellarse contra nuestro planeta, viajó por el espacio a más de 210.000 kilómetros por hora, una velocidad que supera con creces el promedio alcanzado por los meteoros que orbitan dentro del Sistema Solar, según un estudio científico de 2019.

La publicación de un reciente memorándum por parte del Comando Espacial de los Estados Unidos (USSC) confirma lo revelado en un estudio de 2019 por parte de dos investigadores de la Universidad de Harvard: un pequeño cuerpo que cayó cerca de la isla Manus el 8 de enero de 2014 era el primer objeto interestelar conocido de cualquier tipo en llegar a nuestro Sistema Solar

Datos que salen a la luz

Como algunos de los datos necesarios para verificar los cálculos de los científicos fueron considerados clasificados por el gobierno estadounidense, la confirmación del descubrimiento se atrasó 3 años. De la misma forma, hasta el momento la investigación no pudo ser revisada por pares ni publicada en una revista científica, aunque ahora ha sido enviada a The Astrophysical Journal Letters. Hasta ahora, solo ha aparecido en el sitio de prepublicaciones arXiv.

Sin embargo, los científicos Amir Siraj y Abraham Loeb concluyeron en su investigación que existía un 99% de certeza en cuanto a que el objeto se había originado mucho más allá de nuestro Sistema Solar, posiblemente desde el interior profundo de un sistema planetario o desde una estrella ubicada en el disco grueso de la Vía Láctea.

La bola de fuego medía solamente 0,45 metros de ancho, y cuando se estrelló contra nuestro planeta se trasladaba a una velocidad de 210.000 kilómetros por hora. Esta condición llevó a los investigadores a afirmar que el cuerpo era ajeno al Sistema Solar: los meteoros “locales” no alcanzan esos niveles de velocidad. 

La utopía de recuperar fragmentos

Según un artículo publicado en Vice.com, el descubrimiento es anterior al hallazgo del objeto interestelar Oumuamua, que se detectó en 2017 cuando ya estaba saliendo del Sistema Solar, y del cometa Borisov, identificado en 2019. Además, como el cuerpo impactó contra la Tierra, los expertos conservan esperanzas de poder recuperar fragmentos del objeto que estén alojados desde 2014 en el lecho marino, bajo las aguas del Océano Pacífico Sur.

En un artículo publicado en Live Science, Amir Siraj indicó que la posibilidad de obtener la primera pieza de material interestelar es lo suficientemente emocionante como para embarcarse en la difícil empresa de recuperar algún fragmento del objeto. Aunque las posibilidades son mínimas, el científico está dispuesto a conversar con todos los expertos mundiales en expediciones oceánicas para recuperar meteoritos. 

Los restos del objeto estarían desperdigados en el fondo del océano frente a la costa de Papua Nueva Guinea, dificultando su identificación. Sin embargo, no se trata de un hecho aislado: la base de datos de bolas de fuego e impactos de meteoritos administrada por el Centro de Estudios de Objetos Cercanos a la Tierra de la NASA (CNEOS) posee casi 1.000 impactos registrados.

Al parecer, como algunos de los sensores que detectan bolas de fuego son operados por el Departamento de Defensa de Estados Unidos, que utiliza las mismas tecnologías para monitorear los cielos en busca de detonaciones nucleares, la información referida al objeto interestelar de 2014 fue reservada y “paralizada” con respecto a su difusión. Ahora, el teniente general John E. Shaw, subcomandante del Comando Espacial de los Estados Unidos, confirmó que el estudio de la bola de fuego realizado en 2019 fue preciso y permite verificar una trayectoria interestelar.

Referencia

Discovery of a Meteor of Interstellar Origin. Amir Siraj and Abraham Loeb. ArXiv (2019).