Reinserción

Un cuarto sin retrete, pero con consola, que se apaga a las once de la noche: así viven los internos en La Zarza

Los jóvenes cuentan en sus habitáculos con un pulsador al que pueden recurrir si necesitan, por ejemplo, ir al baño a medianoche

Un cuarto sin retrete, pero con consola, que se apaga a las once de la noche: así viven los menores en La Zarza

Ana Lucas

Ana Lucas

Ana Lucas

«Esta es mi habitación, tengo mi Play y todo», explica un joven interno de La Zarza, que abre las puertas de su cuarto a este periódico. A mano derecha, una cama, sobre la que descansa una manta. Enfrente, a la izquierda, cuatro lejas, cuatro pares de zapatos y una silla, frente a la pantalla que es la reina del cuarto. «La Play es sagrada», insiste el chico.

«Tengo 17 años y llevo cinco meses y medio aquí», narra el chico, natural de Cataluña. A la pregunta de cómo lo lleva, suspira que «no es muy agradable estar aquí cuando no has hecho nada». No cuenta cuánto tiempo de condena le queda.

Los adolescentes tienen la obligación de hacer su habitación: la de este joven está ordenada. El tiempo que pasan en este espacio privado también está sometido a unas normas: a las diez de la noche, ya tienen que entrar en el cuarto. Noventa minutos después, a las once y media, las luces se apagan. 

Por la noche, la puerta está cerrada. Los jóvenes cuentan con un pulsador (el de este joven, está en el cabecero de la cama) al que pueden recurrir si necesitan, por ejemplo, ir al baño a medianoche. Porque en el interior de las habitaciones no hay retrete. Tampoco ducha.

Si un chico le da al pulsador, dos trabajadores, que se encuentran de guardia toda la noche, acuden a ver qué precisa el interno. Se enciende una luz en la sala de educadores, estos profesionales ven qué adolescente ha pulsado y van.

"¡Que salgo de permiso!"

«¡Que salgo de permiso, Jesús!», clama un interno cuando se cruza con el director territorial de Diagrama en el patio. Se funde con él en un abrazo. Al lado, un grupo de compañeros para en la hora del bocadillo. Dos chicas de las siete que cumplen actualmente condena también saludan con afecto a Teruel. «Cuando estuvieron de visita los australianos, esto es lo que les sorprendía», apunta.

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