Social

Rafael Llor: "Que un menor sea inimputable no implica que no deba ser intervenido"

Los niños "distinguen perfectamente lo que está bien de lo que está mal", afirma el pedagogo y director de la asociación Albores

Una epidemia de adolescentes violentos se extiende al resto de Europa por Internet

Menores que son tratados en Albores, en una salida a una cafetería.

Menores que son tratados en Albores, en una salida a una cafetería. / La Opinión

Ana Lucas

Ana Lucas

Rafael Llor, pedagogo, educador social y director general de la asociación Albores, la cual atiende en la Región a menores con indicadores de agresividad, violencia y alto riesgo, tiene claro, respecto a los niños que cometen delitos, que «ser inimputables no implica que no deban ser intervenidos, pues distinguen perfectamente lo que está bien de lo que está mal». 

«El enfoque que nosotros damos es intervención con toda la unidad familiar», subraya Llor, que desgrana que en Albores tienen «recursos para trabajar sobre menores de 14 años que empiezan a mostrar graves problemas de conducta». El objetivo es «crear una red de trabajo con todos los recursos comunitarios para prevenir que ese menor pueda repetir esa acción disruptiva». 

«Debe ser una obligación que las familias participen en programas de intervención especializada, pues ese tipo de conductas disruptivas responden a un lenguaje de algo que hay detrás que está sin resolver y está haciendo daño a ese niño», sentencia.

Albores y asociaciones de diez países de la UE estudian cuál es la causa del repunte de delitos perpetrados por niños

 A la pregunta de qué está en la mano de los padres para tratar de evitar o paliar estas conductas violentas, el pedagogo afirma que «pedir ayuda. Y aceptar que forman parte del problema, pero, sobre todo, de la solución»

«Focalizar únicamente en el hijo es un error, pues la familia ha de tomar conciencia de sus capacidades para poder reorientar el conflicto que tienen", resalta.

Centro especializado en Molina

En diciembre de 2022 se puso en marcha el primer centro específico de protección de menores que han sufrido adversidad en la infancia temprana y en la adolescencia y manifiestan problemas de conducta a causa de las experiencias maltratantes vividas. El centro, financiado por la Consejería de Política Social, está ubicado en Molina de Segura.

Llor insiste, sobre estos menores, en que «estos problemas de conducta no son más que la forma que han aprendido a utilizar para relacionarse o sobrevivir en entornos hostiles, en su infancia principalmente». «Por lo tanto, debemos cambiar la mirada y ver esos problemas como un lenguaje que responde a un sufrimiento no resuelto», manifiesta. 

«Este centro es de estancias cortas y centrado en procesos de intervención basados en la reparación y transformación resiliente de traumas no resueltos. Es fundamental romper con esa visión que se tiene de estos centros: son espacios seguros para estos niños y son una oportunidad de transformar sus vidas. Y como sociedad tenemos la obligación de acompañarlos», hace hincapié el director de Albores. 

¿Por qué repunta la violencia de los menores?

Ante el repunte de la violencia cometida por menores, «desde Albores, y en colaboración con otras organizaciones de diez países europeos, nos hemos puesto en contacto para comparar esta realidad y ver si es algo únicamente de nuestra región o país. Y tristemente parece que se extiende al resto de Europa». 

Una niña juega con el teléfono de su madre mientras ésta realiza labores del hogar.

Una niña juega con el teléfono de su madre mientras ésta realiza labores del hogar. / DAVID REVENGA

Así se expresa el director de la asociación Albores, que revela que «actualmente estamos elaborando entre distintas organizaciones europeas un estudio de largo recorrido que nos permita saber la causa principal». Aunque el estudio está en marcha aún, «podemos adelantar que las redes sociales y el acceso ilimitado a determinados contenidos en Internet están incidiendo gravemente en este tipo de conductas».

Los pequeños están "más aislados debido a la falsa sensación de estar conectados"

En cuanto a los móviles, el pedagogo remarca que «no hay una conciencia real del riesgo que suponen estos dispositivos en manos de personas menores de edad que están en pleno desarrollo». «No se trata de demonizar las nuevas tecnologías ni las redes sociales, se trata de enfocar bien su uso y establecer los límites en los que pueden ser usados», precisa. 

Llor indica que «acabamos de presentar un proyecto junto con Portugal, que se llama (Des)conectados, donde van a participar un total de 15 países para desarrollar un manual de alfabetización digital entendido como una herramienta útil para la era digital, poniendo el acento en los efectos negativos a nivel neurobiológico del uso inadecuado de estos dispositivos en la población infantojuvenil». «Hemos de ser conscientes de que el aumento de la violencia o de conductas que antes no se veían con tanta frecuencia a edades tan tempranas viene determinado por el cambio de paradigma social y la nueva normalidad», manifiesta. 

El responsable de Albores considera que los menores «están más aislados debido a la falsa sensación de estar conectados a través de los móviles». «Si bien es cierto que es una herramienta estupenda para comunicarse de manera rápida con amigos y familiares, el problema es cuando eso traspasa los límites», destaca.

Adolescentes participan en un taller del centro de Albores.

Adolescentes participan en un taller del centro de Albores. / La Opinión

"El nuevo patio de recreo"

«El móvil o la exposición a pantallas funciona exactamente igual que cualquier otra droga, va directo al centro del placer», denuncia este educador social.

Desde su punto de vista, «estos dispositivos están diseñados igual que cualquier sala de juegos, para entrar y engancharte a lo que sea con tal de satisfacer tus necesidades». «Para mí, es el nuevo patio de recreo de los niños», dice. 

Rafael Llor lamenta que «hoy en día vemos a jóvenes por la calle que están mirando al móvil en lugar de hablar entre ellos». Creo que debemos ser tajantes en esto y limitar el uso en determinados contextos como son los colegios». «Y, además, dejar bien claro a los niños que el móvil no es de su propiedad, sino que es de los padres, y elaborar un contrato de uso con los sistemas de control que existen para prevenir y controlar el acceso a determinados contenidos», asevera.

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