Los seis investigados por la muerte de un carnicero en los corrales de la plaza de toros de Murcia al ser cogido por un toro que había sido devuelto mantienen posiciones enfrentadas respecto a quién se ocupaba de la labor de rematar a los astados una vez abatidos con la garrocha.

Esas discrepancias se han puesto de manifiesto durante la declaración que los seis investigados han prestado en el juzgado de Instrucción de Murcia que investiga los hechos, ocurridos en septiembre de 2022.

Así, mientras los cuatro corraleros del coso y el representante de la empresa organizadora de la feria en la que se produjo la mortal cogida sostienen que esa labor la realiza tradicionalmente un carnicero empleado de la mercantil a la que se vende la carne, el dueño de esta niega esa afirmación.

Durante los interrogatorios, los cuatro corraleros y el empresario taurino se negaron a contestar a las preguntas del letrado que ejerce la acusación particular en nombre de la viuda, el penalista Evaristo Llanos, y al letrado del empresario de cárnicas.

Los cinco coincidieron en señalar que siempre había sido un carnicero el que accedía a los corrales para rematar al toro devuelto, una vez que el mismo había caído desplomado al suelo con el uso de la garrocha.

Y añadieron que una vez muerto, se dejaban pasar varios minutos, hasta comprobar que no respondía a ningún estímulo, pero que en esa ocasión el carnicero mortalmente corneado entró en el recinto en el que se encontraba el toro abatido por sorpresa, de forma repentina.

Uno de los corraleros ha declarado que el fallecido, al que cuando ocurrieron los hechos acompañaba otro carnicero, había ejercido esa labor no solo en la plaza de toros de Murcia, sino, también, en las de Abarán y Cieza.

Por su parte, el empresario taurino aseguró que siempre han sido los carniceros los encargados de cumplir esa función, para añadir que el Reglamento no obliga a los organizadores de ese tipo de festejos a contratar a uno de forma específica para llevarla a cabo.

El empresario al que se vende la carne, ha comentado, es el que se ocupa de enviar a los corrales a un empleado para desempeñar la función de rematar a los astados devueltos.

Opinión bien distinta es la que sostiene el industrial al que se vendió la carne de los astados de la feria -que solo ha respondido a las preguntas de su abogado-, que ha asegurado que el fallecido no trabajaba aquel día para su empresa y que había acudido al coso de la Condomina a presenciar la corrida junto a un hijo y unos amigos.

Ha comentado así mismo que aquel día no avisó al fallecido para que acudiera a los corrales a rematar al toro, como tampoco nunca había ordenado a ninguno de sus trabajadores ejercer esa labor, para añadir que en el contrato firmado con la sociedad organizadora de los festejos no se incluía esa obligación.