Más de una década después de que comenzasen los hechos denunciados, llega el juicio. El escenario, un tribunal militar, con sede en Madrid, aunque los delitos se habrían cometido en la Región. Como ya adelantó este periódico, la Fiscalía pide penas que suman más de 15 años de cárcel para el sargento acusado de agredir sexualmente y acosar a una agente de la Guardia Civil cuando ambos estaban destinados en el puesto de Molina de Segura y él era su superior. La acusación particular va más allá y pide para el encausado penas que suman 22 años de prisión.

Los hechos que ahora llegan a juicio (comenzará este martes 16 de mayo, en el Tribunal Militar Territorial Primero, y se prevén ocho días de sesiones, si la huelga de funcionarios de Justicia no lo impide) habrían acontecido de 2011 a 2015.

«Puta, te voy a hundir la vida, vas a sacar ese culo de esa silla», espetó, en una ocasión, el sargento a su subordinada, según se lee en el documento de conclusiones provisionales del fiscal al Tribunal Militar Territorial, al que ha tenido acceso este periódico. Aquel día, ella acabó en Urgencias. No era la primera vez. Era diciembre de 2013 y, según relata, llevaría ya dos años sufriendo vejaciones por parte del mando.

Apunta el escrito del fiscal que la víctima, la cual formaba parte de la oficina especializada en violencia de género en el Instituto Armado, sufrió «tocamientos, amenazas, actos de acoso laboral y sexual y accesos carnales no consentidos continuos, y tan numerosos que no ha podido determinarse exactamente su número».

La obligó a abortar

Uno de los episodios más sórdidos, que reflejan tanto la Fiscalía como la acusación particular en sus escritos, aconteció en julio de 2012, cuando la víctima tuvo conocimiento de que estaba embarazada. Y se lo comunicó al sargento, que era el padre. «Saca eso de ahí, no me vas a joder la vida, entérate bien», exigió a la agente, a la que forzó a que abortara y también le exigió que le mostrara la factura de la clínica.

La agente quería tener al bebé, por convicciones morales y religiosas, pero él llegó a golpearla en la barriga. «Déjate de llantos y saca eso de ahí o te vas a enterar», le insistía. Y más cosas: «Te voy a hundir la vida», le decía.

También hacía amago de empujarla, en el cuartel, y le soltaba cosas como «ten cuidado, que te puedes caer». Levantaba el dedo a modo de amenaza. 

Quince días después de saber que estaba en estado, la mujer, destrozada, acudió a una clínica de planificación familiar, donde le practicaron la interrupción voluntaria del embarazo.