Punto, se verá si seguido o final, a la rocambolesca escapada de Sérgio Roberto de Carvalho, un gran capo de la droga brasileño que había fingido su muerte por COVID para zafarse de una condena por un alijo que intentó introducir en Galicia. El 'Major' Carvalho o el 'Escobar' brasileño, como se le conoce en la prensa de su país, fue detenido este martes en Budapest.

Según informa el medio brasileño RecordTV, el traficante, que en España utilizaba el alter ego Paul Wouter, en la capital húngara usaba una identidad falsa mexicana. Carvalho, que estaba en la lista de los más buscados de la Interpol, cayó esta mañana en una operación que contó con el apoyo de la Polícia Judiciária de Portugal, país al que huyó tras su falsa muerte en España, con la que evitó el juicio por un alijo de 1.700 kilos de cocaína a bordo del Titán III.

En su fuga del país luso, en noviembre de 2020, los agentes encontraron una furgoneta con 12 millones de euros.

La falsa muerte de Wouter

Mientras policías de medio planeta buscaban al brasileño Sergio Roberto de Carvalho, en España queda pendiente saber cómo completó el proceso funerario de su alter ego Paul Wouter, identidad con la que iba a ser procesado en Galicia por un alijo de cocaína intervenido en el Atlántico. Fallecido por COVID en Marbella, el punto de partida es el certificado de defunción firmado por un médico de esta ciudad que la Audiencia de Pontevedra dio por bueno para archivar su causa. La Fiscalía de la ciudad gallega reconoce sus sospechas y en el Ayuntamiento de Marbella no saben nada.

Oficialmente, Paul Wouter murió por COVID-19 a las 10.50 horas del 29 de agosto de 2020 en un piso de la calle San Juan Bosco de Marbella. Su fallecimiento a los 54 años impidió que prosiguieran las diligencias judiciales en Galicia en el entonces inminente juicio por los 1.700 kilos de cocaína que la Policía Nacional interceptó en el Atlántico en 2018 en el remolcador Titán III. Wouter fue detenido en Marbella en 2018 por esta causa cuando pasaba una temporada en Villa Blanca, una exclusiva vivienda de la Urbanización Capanes del Golf, en Benahavís, y la Fiscalía Antidroga llegó a pedir para él 13 años de prisión, hasta que su defensa presentó en la Audiencia de Pontevedra el certificado de defunción de Wouter y los papeles de su incineración en Marbella.

Como los muertos no se sientan en el banquillo, su causa judicial se archivó, pero las alertas no tardaron en saltar. Las autoridades brasileñas informaron a las españolas de que las huellas y el rostro de Wouter coincidían plenamente con las de Sergio Roberto de Carvalho, el narcotraficante de cocaína más buscado en su país y al que ya llaman el Pablo Escobar brasileño por su capacidad para introducir anualmente en Europa 45 toneladas de polvo blanco. La información era buena.

La Policía Nacional comprobó que Carvalho llevaba años campando a sus anchas por el viejo continente con un pasaporte legal a nombre del hombre incinerado en Marbella, un surinamés con condición de holandés. Los investigadores volvieron a poner al narco en su punto de mira y estuvieron a punto de cazarlo en una gran operación que sumó casi 50 detenidos en varios países, entre ellos España.

Pero el narco resucitado consiguió desaparecer tres días antes del operativo bajo otra identidad tras coger un vuelo en Lisboa. El 'Mayor' Carvalho, como también lo conocen en su país desde que lo expulsaran en 2008 de la Policía Militar por su relación con el narcotráfico, hizo varias escalas por Europa y dejó un último rastro en Rusia. Antes de su detención esta mañana en Hungría, fuentes de la lucha contra el crimen organizado consultadas por este diario dalo situaban en Dubái.

Quizás, tras su arresto, en España se puedan resolver algunos interrogantes. ¿Cómo consiguió fingir la muerte de su alter ego en Marbella? ¿Quién le ayudó? ¿Consiguieron un cuerpo para dar el cambiazo? El punto de partida es el certificado de defunción en el que constan el nombre del fallecido y otros dos varones: el de un amigo en calidad de testigo del óbito y el del facultativo que certifica la muerte. El de este último coincide con el de un médico especialista en estética y antienvejecimiento de Marbella e inscrito en el Colegio de Médicos de Málaga, que no ha querido atender a La Opinión de Málaga, diario del mismo grupo que este diario.

Además de este certificado, a todo fallecimiento le siguen otros trámites ineludibles. Dar cuenta del óbito en el Registro Civil, la obtención de la licencia de entierro o incineración, el traslado hasta el cementerio o crematorio y la correspondiente sepultura o cremación. En ese orden y funeraria mediante. Las fuentes de este sector consultadas coinciden en dos cosas. Que quieren anonimato y que la forma que más les encaja para lograr el objetivo de Wouter es consiguiendo un cadáver. Así, una vez obtenido el certificado de defunción, el cuerpo se introduce en el ataúd y este no suele volver a abrirse. Y mucho menos durante las fechas de las que hablamos, con la pandemia desbocada y un estricto protocolo funerario que exigía introducir a los fallecidos por COVID en bolsas estancas y en féretros que no volvían a destaparse bajo ningún concepto. El coronavirus jugaba a su favor. Si la opción elegida es la incineración, la prueba se convierte en polvo.

En la Audiencia de Pontevedra, donde Wouter iba a ser juzgado antes de su muerte, no se ha movido ficha. Fuentes judiciales explicaron hace unos meses que, con la documentación que se dispone, ese fallecimiento es legal y que nadie lo ha impugnado.