"Yo soy el enviado, os voy a limpiar la suciedad y os voy a llevar hacia la luz", este era uno de los mensajes mesiánicos que transmitía el líder espiritual de la secta desmantelada por la Policía Nacional en Castellón. Antonio G. L., más conocido por todos en la comunidad de la masía La Chaparra como 'el tío Toni', llevaba treinta años captando adeptos en la provincia desde que empezó como curandero en un pequeño herbolario y en su propio domicilio de Castellón, a donde acudía la gente para que éste sanara sus distintas dolencias con la simple imposición de manos. Decía que era incluso capaz de curar el cáncer.

Poco a poco, a través del boca a boca y sin hacer mucho ruido para mantener alejados de su grupo de seguidores a aquellos que no creyeran en su mensaje, el ahora detenido empezó a fidelizar a una serie de personas de su entorno, todos ellos de nacionalidad española. Lejos de lo que pueda pensarse, muchos de ellos tenían recursos económicos y estudios universitarios.

Una vez captaba a sus víctimas, les hacía traer también a sus hijos para cuidar de ellos. A estos primeros acólitos les convenció para que vendieran sus propiedades y con ese dinero fundaron una primera comunidad en la que pudieran vivir todos juntos.

Posteriormente, se trasladaron a la masía La Chaparra, en Vistabella del Maestrat, registrada el pasado martes por la policía, y donde los investigadores intervinieron artilugios sexuales y material audiovisual, tal y como ha adelantado Levante-EMV, diario del mismo grupo, Prensa Ibérica, que este periódico.

Las investigaciones policiales se iniciaron en noviembre de 2021 después de que cuatro víctimas que habían abandonado la secta relataran a un psicólogo forense y a una psiquiatra lo que allí había vivido.

Empezaba a abusar de las menores en la adolescencia

Las víctimas, muy afectadas psicológicamente y con estrés postraumático, aseguran que algunas de las prácticas sexuales y rituales eran grabados. Así, según las investigaciones el líder de la secta sometía presuntamente a niñas de la comunidad, a partir de los 15 y los 16 años, a abusos sexuales, tanto con objetos como con acceso carnal. Todo ello en presencia de miembros de la secta, bajo la premisa de que las tenía que iniciar en la sexualidad.

También se le acusa de numerosos delitos sexuales, principalmente a mujeres pero también hombres, adultos. En muchos de estos casos el presunto líder espiritual tenía relaciones sexuales con las mujeres a espaldas de sus parejas, mientras a éstos los sometía a largas jornadas de trabajo para mantener el sustento de la comunidad. En estos casos el consentimiento sexual estaba presuntamente viciado por el poder de convicción que ejercía sobre sus adeptos.