El Ministerio Público solicita ocho años de prisión y una indemnización de 5.000 euros al hombre de nacionalidad venezolana acusado de cometer una agresión sexual a una joven nicaragüense en enero del 2019, con la que, tras ver un anuncio de la víctima en internet, contactó para que supuestamente cuidara a su hija de tres años. Los hechos ocurrieron en un aparcamiento de la playa de Las Teresitas, en Santa Cruz de Tenerife.

La abogada de la afectada solicita nueve años de cárcel para el individuo, mientras que la letrada de la Defensa planteó su libre absolución, en base a que, según ella, la denunciante ha incurrido en contradicciones a lo largo de diferentes declaraciones durante el proceso, las forenses no detectaron en las partes íntimas de la chica lesiones específicas de una agresión sexual y el relato de la violación o las posturas no le parece creíble. El juicio tuvo lugar ayer.

Todo comenzó en los primeros días del 2019. La joven nicaragüense residía en La Palma y publicó en internet un anuncio en el que se ofrecía a trabajar como empleada de hogar o en el cuidado de niños. El hoy acusado se puso en contacto con ella, pues necesitaba «que cuidara de su hija de tres años por la tarde». Entre otras cosas, el individuo afirmó que ganaba 1.150 euros y le prometió que, entre la madre de la menor y él, le iban a pagar entre 700 y 800 euros. Y, además, le propuso a la chica que viviera en su casa.

Entre ambos se intercambiaron mensajes de whatsapp sobre las condiciones laborales, como horario, sueldos, días libres o residencia. Pero en las jornadas siguientes, siempre por iniciativa del hoy acusado, hablaron sobre asuntos más personales, como si ella tenía novio, o bien si le gustaría salir a cenar, de discoteca o a tomar copas con él. En ese contexto, también el venezolano le pidió a la denunciante que le enviara fotos de sus tatuajes. Y esta accedió, pues no pensó que «eso fuera algo malo» ni que en la petición existiera mala intención. Además, le prometió que si se casaba con él, le daría la nacionalidad española; una mentira, ya que no posee la misma. También le pidió que, al trasladarse a Tenerife, trajera puesta ropa de baño, pues «iban a pasar un buen rato». El 14 de enero, la joven llegó al aeropuerto Tenerife Norte desde La Palma. Y el ahora acusado acudió a recogerla tras comprar cervezas. De forma directa, el individuo condujo su vehículo a la playa de Las Teresitas cuando estaba a punto de ponerse el sol, con la excusa de que en ese momento su hija estaba con la madre biológica.

Según la afectada, su malestar empezó cuando estaban sentados en la arena, ya que empezó a realizarle tocamientos y a intentar besarla. Como se sentía incómoda, la joven pidió volver al coche. Según el relato de la víctima, el individuo la empujó sobre el asiento del copiloto, le retiró el pantalón de chándal ajustado que llevaba y la ropa interior y la penetró por la vagina en contra de su voluntad, después de darle varios golpes en diferentes partes de su cuerpo.

En un determinado momento y para evitar la transmisión de enfermedades sexuales, la chica pidió al varón que se pusiera un preservativo. Según el acusado, lo fue a buscar al maletero, mientras que la afectada señaló que lo sacó de la guantera. Y después continuó con la agresión sexual.

Una vez que presuntamente consumó la violación, el denunciado arrancó el vehículo y se dirigió al Intercambiador de Transportes de Santa Cruz de Tenerife, donde la mujer se bajó. El varón venezolano le dejó allí la maleta y se marchó, según la afectada. Al verse sola, la chica llamó a una amiga que reside en San Isidro (Granadilla) y acudió hasta su vivienda. Estaba muy afectada y esa noche no le contó nada a su compatriota. Pero al día siguiente, le confesó lo que había sufrido y la amiga la animó a denunciar, después de que un policía les confirmara que no importaba que estuviera en situación irregular en el país. Una médico forense y una ginecóloga del Hospital La Candelaria confirmaron que la víctima tenía varias lesiones en brazos, dorso de la mano derecha, muslo derecho o cadera izquierda, que eran compatibles con un posible forcejeo y el uso de uñas. Ambas profesionales detectaron que la víctima tenía su zona genital enrojecida.

Dichas especialistas confirmaron que en mujeres adultas que ya han tenido relaciones sexuales no se aprecian grandes lesiones cuando sufren una violación. Y que, entre otras cosas, el enrojecimiento de su vagina podía ser compatible con una agresión sexual. El caso se juzga en la Sección V de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife y ayer quedó visto para sentencia.