En esta ocasión los informes de autopsia no han podido aportar luz sobre una de las grandes incógnitas del caso de los niños asesinados en Godella en marzo de 2019, si fueron asesinados por un solo autor o participaron ambos progenitores en la muerte de los pequeños. Lo que sí evidenciaron los médicos forenses fue la "tremenda violencia" que ejerció el autor o autores de los crímenes con sus víctimas, a quienes golpearon de forma reiterada contra una superficie plana, dura y rugosa, posiblemente —según indicaron cuando se les mostraron las imágenes— el borde de la piscina en el que fueron halladas las únicas manchas de sangre durante la inspección ocular del grupo de criminalística de la Guardia Civil.

Ninguno de los cuatro especialistas del Instituto de Medicina Legal de València que declararon ayer —los dos encargados de las autopsias y las dos forenses que realizaron los informes de Histopatología— se aventuraron a concretar si estamos ante un crimen con un solo asesino o las muertes de cada uno de los dos hermanos fueron causadas por personas distintas.

"Un adulto se basta y se sobra para cometer estos hechos", indicó uno de los peritos, quien aclaró que "desde el plano forense no se puede determinar si en las muertes, dado el tamaño de las víctimas, intervino una o dos personas. Puede ser que las muertes fueran resultado de una misma persona o que cada adulto matara a un menor", argumentó.

Los forenses del IML que realizaron las autopsias a los cadáveres de los pequeños detallaron toda una serie de lesiones que presentaban los mismos, que en ambos casos se concentraban principalmente en el cráneo. Además de los brutales golpes que presentaba el cuerpo de Amiel, de tres años y medio, en su caso los especialistas hallaron lesiones compatibles con haber sido arrastrado y marcas de uñas en el brazo por una fuerte sujeción. Mientras que la pequeña gota de sangre hallada en una arqueta, la atribuyen a una hemorragia nasal durante el traslado.

Los dos niños murieron como consecuencia de la destrucción de órganos neurológicos vitales al golpear sus cráneos contra una superficie dura y rugosa. La tesis más probable que manejan los especialistas, es que el autor cogiera de las piernas a los menores y los golpeara contra el borde de la piscina en el que se encontraron los restos de sangre. En el caso concreto de Amiel, el hermano mayor, el forense apuntó que las lesiones eran de una magnitud similar a como si hubiera caído desde un quinto piso.

Asimismo, descartaron que los golpes fueran causados con una azada o un objeto similar. De igual modo ninguno de los menores tenía lesiones compatibles con una asfixia. Esto descarta la versión que dio en un primer momento la madre de los niños al psiquiatra que la exploró en el hospital tras su detención.

Según dijo, había asfixiado a los niños con una almohada porque "Dios se lo había ordenado". Ello demuestra que las manifestaciones que hizo la acusada —quien mantiene que cuando se despertó ya estaban muertos—, era parte de su fantasía producto de la esquizofrenia paranoide que padece, y siembra la duda en si fue ella o el padre de los niños, que se enfrenta a 50 años de prisión, el autor material de las muertes.

No estaban sedados

En el informe de toxicología no se encontraron sustancias sedantes en ninguno de los dos menores. Los forenses sitúan la hora de las muertes entre las 22.00 horas del 13 de marzo de 2019 y las cuatro de la madrugada del día siguiente. En el caso de Amiel, señalan que casi con toda seguridad el menor perdió el conocimiento con el primer golpe, lo que apoya la versión de la defensa de Gabriel, quien sostiene que estaba durmiendo y que no se enteró de nada.

Además explicaron que la reiteración de golpes fueron provocados en un breve espacio de tiempo, aunque el niño, que entró en coma, tardó en morir entre cinco y diez minutos, según refleja el examen histopatológico. En el caso de la bebé, de solo cinco meses, la muerte fue instantánea, concretaron los peritos.

Uno de los forenses del departamento de Patología expuso que si se trataba de una persona de confianza para los menores, podía llevarlo en brazos y ejercer la acción violenta de forma repentina. Lo que sí les resultó llamativo es que el niño no presentara lesiones cutáneas alrededor de las contusiones, pese a que hallaron nueve grupos de lesiones de tipo contusivo en la cabeza, por lo que se inclinan a pensar que los golpes fueron producidos probablemente tras envolver el rostro en una sábana o una prenda de ropa. Además, el pequeño tenía tierra adherida al cuerpo que podría indicar que el cadáver estaba húmedo cuando fue enterrado, lo que avala el supuesto "baño purificador".